viernes, 24 de abril de 2009
12 SALÓN REGIONAL DE ARTISTAS-PRIMERA PARTE
Territorios Ignorados y Territorios Visibles, Región Surcolombiana
Por. Ovidio Figueroa Benavides, Curador
La imagen del iceberg fue el símbolo que atravesó el trabajo del 12 Salón Regional de Artistas – zona sur, debido a que remite a los elementos ocultos que no han sido atendidos dentro de una propuesta curatorial en la región, se relaciona con el deseo reprimido, lo inabordable o inalcanzable para el yo oficial, el deseo de algo otro. Los salones regionales deben responder al encuentro y encrucijada de caminos capaces de desbordar la mirada edípica de occidente, más allá del simple balanceo dialéctico de fuerzas pulsionales.
El proyecto curatorial: “Territorios Ignorados y Territorios Visibles en la región Surcolombiana”, se planteó a partir de tres ejes temáticos: cúmulos, convergencias y nudos.
En Cúmulos se manejó la pluralidad visual, la construcción de un mapa artístico diverso de la región, permitiendo el deslizamiento hacia instancias escondidas del arte, el develamiento de potencialidades artísticas desconocidas, entrecruzamiento de tendencias, toda una suerte de desinhibición del inconciente artístico andino y una puesta en cuestión del neocolonialismo de la imagen occidental. Esto lleva a concebir la tradición y lo popular no de manera estática, sino como algo que se mueve constantemente. El re – conocimiento surge a partir del encuentro entre lo tradicional, lo popular y lo contemporáneo.
En Convergencias, se ha planteado la desterritorialización del pensamiento artístico y la apertura de un salón de manera diferencial, en procura de entablar cruces disímiles entre reinos divergentes. Quizá para muchos el 12 Salón Regional de Artistas Surcolombianos, se ha presentado como invitación a bodas contra natura, sin embargo, el ensamblaje se hizo a partir de la comprensión de un cierto proceso de aceptación de las discrepancias entre lo contemporáneo, lo tradicional, lo popular, lo massmediático y lo escondido, lo irónico y lo cruel; bloques de devenir de intensidades entrecruzadas consigo mismas, que hacen que la obra se desobre y permita el testimonio de lo inconfesable, lo extraño, lo ajeno y lo insólito.
En Nudos, se invitó a mirar la realidad más allá de la veladura que nos brindan los medios masivos de comunicación, percibiéndose en la mayoría de las propuestas una compulsión reiterativa hacia la violencia en distintas formas, esta fase permite mirar otra realidad catapultada, a la vez que conjura la alergia que impide concebir la obra más allá de sus fronteras y propicia la emergencia del acontecimiento.
La primera etapa del proyecto curatorial fue muy importante, ya que se realizó la socialización, en la cual se divulgó la convocatoria, recorriendo las ciudades y pueblos del Huila, Tolima, Caquetá, Putumayo y Nariño. En algunos lugares, se encontró que a más de 60 años del Primer Salón Nacional, no se había elaborado un trabajo de verdadera convocatoria. Existía un desconocimiento general del propósito, de las condiciones, de los problemas, de las posibilidades y hasta de la existencia misma del Salón Nacional.
Entre lo tradicional y Popular: Arte y Curación
En el arte popular y tradicional, se crean obras en las que lo puramente estético es inseparable de lo utilitario, de lo simbólico y lo ceremonial. Es una parte de un todo, está conectado con la vida cotidiana o festiva de las comunidades de manera compleja.
En las comunidades indígenas de la región sur colombiana, en especial en el Putumayo, el tejido, la trama y urdimbre han mudado desde sus orígenes hasta los tiempos actuales; por ejemplo las fajas o chumbes tejidas en lana poseen diseños que aparte de la mirada estética son en sí unas grafías, marcas, escrituras susceptibles de ser leídas, en ellas se narra las cosmovisiones y pensamientos de la comunidad que los antiguos, conocedores de sus significados, han transmitido a las nuevas generaciones por medio de la tradición oral, algo que las nuevas generaciones paulatinamente han ido olvidando.
Las fajas cumplen varias funciones como la de amarrar la cintura y envolver a los bebés para prevenir algunas malformaciones corporales. Fajas-escritura que desde el nacimiento envuelven y cuidan sus saberes. La trama y urdimbre de las fajas con el tiempo se han transformado y hace algunas décadas se comenzó a tejer con otros materiales como la chaquira, en ella se siguen contando, escribiendo sus historias, pero además hoy esos tejidos narran otras ideas, otros pensamientos como lo hacen las expositoras del colectivo: “Tejedoras de chaquira del Valle de Sibundoy”, quienes reflexionan sobre las pintas y visiones del Yagé. Pastora Chicunque, una de las expositoras, cuenta que mucha gente cree que el yagé y sus poderes curativos no son tan eficaces, creen que el yagé es una mentira, que es falso, ella como indígena kamentsá y conocedora de los poderes de las plantas de la selva amazónica, teje una serie de pulseras (manillas), en las cuales ratifica que el yagé no es falso, que su poder curativo es real y lo que uno ve, siente y escucha en las tomas de este remedio es verdad. Los colores, formas y sonidos de la planta los plasma en sus tejidos.
En el valle de Sibundoy, la medicina tradicional, en especial el yagé y sus médicos los taitas son muy conocidos no sólo en el Putumayo, sino en otros lugares del continente y la obra del colectivo Tejedoras de Chaquira del Valle de Sibundoy quiere con este trabajo ratificar, defender, proteger y mostrar las tramas y urdimbres de la cultura, vibraciones visuales que se vuelven sonido, en donde el color y la forma son una sinfonía que hay que escucharla en lo profundo. Las pulseras cumplen funciones como la de proteger contra los males y enfermedades, por lo cual los médicos tradicionales recomiendan que desde el nacimiento los niños indígenas las lleven consigo. Hoy en día son utilizadas por mucha gente, ya que la medicina tradicional se ha extendido más allá de sus fronteras.
En el proyecto curatorial “Territorios Ignorados y Territorios Visibles en la Región Surcolombiana”, nos encontramos con la obra del colectivo Talladores de máscaras del Valle de Sibundoy, donde se descubre que la máscara no enmascara, desenmascara, desborda la identidad telúrica, desnuda la mismísima andadura de la identidad. Se pueden apreciar máscaras gestuales, ceremoniales y también máscaras que toman como referente el chamanismo y las plantas enteógenas, como las de Domingo Cuatindioy y Pastora Chicunque, máscaras cubiertas con chaquira, una segunda piel, un nuevo rostro en continuo devenir.
Ángel Marino Jacanamijoy, artista Kamentsá, integrante del colectivo “Talladores de máscaras del Valle de Sibundoy”, recrea una de las máscaras ceremoniales que se usan en el carnaval indígena, celebración que se realiza el lunes anterior al miércoles de ceniza de cada año, esculpe al matachín, personaje principal, caporal que en el desfile es seguido por su comunidad desde la vereda, recorriendo su geo, su pacha, hasta llegar a la casa del cabildo en la plaza principal de Sibundoy.
Los labios de la máscara tienen un gesto que es al mismo tiempo silbido y soplido, una doble lectura; por un lado es el personaje que va adelante en el desfile del carnaval, llevando el ritmo, el sonido, el silbido de la alegría, cuerpo – viento que convoca la danza – música, celebración antigua que se actualiza. Y por el otro lado, cuentan que antiguamente esta máscara la usó un médico tradicional para curar, el soplido del chamán ahuyenta el mal para que se vaya lejos y ya no vuelva, el silbido es música, el soplido es curación. El carnaval a través de la máscara, activa el reencuentro entre los miembros de la comunidad, asume espacios de reconciliación y perdón, en donde deben solucionarse los conflictos entre las familias y grupos para lograr la armonía. Se podría decir que la estética tradicional es al mismo tiempo un arte que lleva consigo la función de curar y cuidar el cuerpo individual y colectivo a través de la talla y el tejido. (Máscara y pulsera= Arte sano).
A propósito de los términos Arte y Artesanía, a Juan Bautista Agreda, pintor indígena se le preguntó por la existencia de la palabra arte en lengua kamentsá, ante lo cual respondió contando una anécdota ocurrida con la visita de Jorge Barón Televisión al Alto Putumayo, ese día Don Jorge quiso que un indígena dijera ‘entusiasmo’ en lengua vernácula. Juan Bautista al escuchar la palabra que emitió el indígena descubrió sorprendido que no se parecía ni un poquito al término latino ‘entusiasmo’, que traduce ‘estar lleno de Dios o en Dios, con la energía divina’, y eso mismo pasa con el estatuto de la palabra arte, es decir, que no hay en lengua kamentsá una traducción de este término, ya que esta palabra es traída por los colonos, a lo cual Juan Bautista continua diciendo:
“con ellos convivimos desde hace más de quinientos años en el Valle de Sibundoy y por supuesto conocemos su lengua y la hablamos igual que ellos, también hemos aprendido algunas cosas, por ejemplo el arte, la escultura y en mi caso la pintura, además por tradición mi pueblo ha sido artesano; tallador y tejedor, por lo tanto, conozco los dos términos, las dos caras de la moneda, he practicado tanto el arte y la artesanía y quiero referirme al respecto; para mí, artesanía es la manera en que uno hace un objeto, como un asiento, una pulsera, una máscara tallada, es en sí la técnica que con el tiempo se vuelve un automatismo en serie, y arte es todo aquello que está adentro de ese asiento, esa pulsera, esa máscara tallada, esos pensamientos, diseños, sentimientos, energías, fuerzas que viven al interior, todos esos elementos que habitan en el ‘adentro’ de la obra”.
Estos pensamientos de Juan Bautista llevan a reflexionar que dentro de muchos objetos tildados de artesanía puede habitar un hálito artístico y también se podría decir que en muchos objetos tildados como arte, habita la artesanía, son un duo, un matrimonio, el uno enriquece al otro, conviven, pero también se encuentran trabajos artesanales que no van más allá de la destreza manual; igualmente pintura, o escultura o tendencias artísticas contemporáneas que no trascienden lo técnico.
En la obra “Visiones”, de Domingo Cuatindioy, se siente como si él dijera: “así era antes mi selva que hoy ya no es”, se percibe un sentimiento del pasado que se rehúsa a quedarse en el pretérito y busca no sólo habitar en este presente sino en la posibilidad de un devenir imperceptible y constante. El Yagé para Domingo, es uno de los puntos de partida en su pintura, ya que se relaciona con lo sobrenatural; además, también se observa la presencia del mundo natural, del territorio que él vivió en los años de su infancia, un mundo cargado de tranquilidad. Pintura chamánica, que en su tradición selvática, tiene la capacidad de curar; para Domingo la ingestión de este bejuco mezclado con otras plantas hace que el cuerpo humano se conecte con otros cuerpos vegetales que median y viajan entre lo animal, lo humano y lo posthumano, con las energías que habitan el cosmos, con seres míticos que ayudan a construir esa calma, esa transparencia en el hábitus de la morada – pintura que renueva el aura infantil, más allá de su cronología; esa huella que aún no se ha ido.
Ante la pregunta sobre el poder curativo del yagé y presente en su pintura, él respondió que mirando sus obras “uno se puede curar, pero hay que mirarlas con paciencia, hurgando la mirada, habitándola en su plenitud, porque ahí están los taitas, la luna, las estrellas, nuestros dioses; ahí está la fuerza de los soplidos, que expulsan el mal”. Con estas afirmaciones se descubre que hay un encuentro entre la cura, la enfermedad y el carácter aurático de la pintura como una manera de entrar en contacto con los saberes antiguos. Domingo invita a una reflexión sobre el ser humano, el cual debería tener respeto por la naturaleza, por la gran madre tierra, saber convivir con ella sin explotarla, sin exigirle tanta producción, sin forzarla, porque ella ha dado muchas cosas para la subsistencia humana, se recibe de ella todo tipo de alimentos no únicamente los estomacales, sino también de diversa índole. Desde la pintura, Domingo reafirma, reinventa el territorio e invita a luchar por el planeta, incentivando el respeto por los diversos modos de ser y estar de sus habitantes, convida a frenar la ambición por el progreso, el dinero, la producción y el acabamiento del único lugar apropiado para vivir, el hábitat, fuera de él no hay otro, por eso hay que cuidarlo. Mirar la obra de Domingo es viajar en el tiempo a otro lugar posible, mirar sanándose, mirada que amaina la ambición por poseer; el mirar se convierte en un acto mágico que aplaca, sana las mentes y corazones e irradia su voluntad de sosiego. En los huesos habita la pintura de la selva y sus misterios, la obra es el esqueleto de un cuerpo cósmico fragmentado que espera paso a paso nuevamente ser reconstruido.
Fotos:
1. Colectivo Relllesmagos
2. Oscar Salazar
3. Miguel Kuan
4. Ovidio Figueroa, Curador
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