domingo, 31 de mayo de 2009

SALONES REGIONALES


Campos a imantar
Por. Nydia Gutiérrez*

La estructura de los Salones Regionales tiene para mí la fuerza de una extraordinaria contracorriente que parece capaz de romper el magnetismo tremendo que centra la vida nacional en la capital o las ciudades muy grandes. La distancia entre lo que sucede en las capitales o megalópolis latinoamericanas, y los pueblos o ciudades pequeños del resto del país es tan abismal, que se convierte en una realidad que se muerde la cola, en una situación que se cierra en si misma afianzando de manera perturbadora su empecinada existencia: a mayor distancia, a mayor abismo, mas grande el poder magnético que esas megalópolis ejercen sobre el resto del país, mas olvido del si mismo de esas regiones olvidadas que empiezan a mirar solo lo que ocurre en esos centros donde a la final van a agotar nada mas y nada menos que el reservorio de esperanzas que anima la vida diaria. La atracción se funda sin duda en hechos concretos, en las potenciales mejoras socioeconómicas, pero su efecto debilita –y esto es lo mas grave- la producción simbólica de los pueblos olvidados, sus valores y reservas espirituales, muchas veces de una singularidad y profundidad apasionantes. Valores y reservas que a veces lucen intactas frente al paso de los siglos, o que pueden aparecer hoy enriquecidos con los intercambios reales – o hasta con los espejismos de intercambio- del mundo globalizado, y que en definitiva alimentan la espiritualidad de las gentes, su sentido de pertenencia, el orgullo de su gentilicio, la satisfacción consigo mismos. Pienso que reforzar los valores simbólicos en los territorios fuera de las grandes ciudades es una necesidad simplemente vital en nuestro medio y de allí mi interés en este Proyecto de los Salones Regionales. Pero claro, es un proyecto que requiere todo el apoyo requerido para moverse en sentido opuesto al campo magnético de la centralización.

El proyecto teórico parece consciente de ese reto. En una síntesis de los puntos que considero imprescindibles de ser recordados por todos lo que estamos involucrados, el texto que explica la filosofía de los salones propone: “Una construcción colectiva cultural y política para que los Salones sean considerados por las regiones como un proyecto propio; una puesta en acción del campo artístico desde lo local [que] dinamice la creación, también la investigación, producción discursiva, formación, circulación, organización y participación, generado una serie de conexiones crecientes que nos invitan a pensar que el modelo más que una puesta en escena de obras es una puesta en acción del campo artístico; apertura a la auto-representación, una oportunidad [para las regiones] de realizar lecturas más penetrantes y pertinentes de sus propias realidades”.

Asimismo el proyecto nos recuerda que “La idea de una nación culturalmente homogénea como se pensara en el siglo XIX es vulnerada por el deseo de expresiones y construcciones simbólicas regionales y locales” es decir que se impone el diálogo cultural, pero que “más allá de una afirmación de las diferencias e identidades se promociona el encuentro de culturas, el diálogo interregional”, a través de un modelo vivo y experimental, con “voluntad de riesgo, de inversión en lo nuevo, de sensibilidad con lo desconocido”.

Nos advierte además de sus tensiones y contradicciones: “frente al concepto clásico de Salón [que] apunta a un panorama unificado y totalizante, hoy …la mirada curatorial toma una opción, un punto de lectura, asume una perspectiva y renuncia a totalizar” Lo cual obliga a la difícil tarea de “Ser selectivo, apostar por la calidad, sin que ello signifique reducir los Salones a una participación muy minoritaria”.

Quizás la mayor de las tensiones radica precisamente en la aspiración a la descentralización y apropiación de las regiones (esa que me motiva como lo explico al inicio de esta nota) . Porque algo queda aun de “un Salón oficial, vertical y estatal” en el modelo actual. Para que esa imagen vertical sea finalmente sustituida por una del todo horizontal donde dialogan regiones plurales y diversas, es necesario todavía, según el documento que he citado y que comparto: “enriquecer lo “público”, y lo “institucional”, más allá de lo oficial”. Porque “el “olor a oficialidad” que muchos reprochan a los Salones, su centralismo “persistente”, están correlacionados con el desarrollo de la autonomía de las instituciones artísticas privadas y su capacidad para responder y potenciar intereses generales, asunto todavía incipiente en todo el territorio”.

En una próxima nota voy a referirme al proceso como lo he experimentado hasta ahora desde mi posición de tutora de la región Oriente. Por supuesto que nada nuevo para quienes formamos ese grupo entusiasta de curadores, tutora y artistas interesados en participar, que se ha ido formando hasta ahora en Cúcuta, el Táchira, y Bucaramanga, y que ha de extenderse a toda la región.

*Curadora Venezolana y Tutora, 13 Salón Regional, Zona Oriente.

Foto: Síntesis. Hugsh, 2009.

1 comentario:

  1. Se necesita un imán bien grande y potente para unificar los egocentrismos y aislamientos de los artistas de la región.

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