jueves, 15 de octubre de 2009
PORNOMISERIA
En la pasarela de la realidad
Por. Victor Hugo
Hacia un sol que nos recriminaba la depredación a la que ha sido sometida la tierra por la mano de los únicos seres que se denominan así mismo como inteligentes, en este rincón de la Galaxia. Su risa derretía nuestra piel, en medio, de una vía que no resistía más el olvido. Así nos decía el alcalde de Ariguaní, Rivelino Mendoza Ballestas, mientras manejaba un desvencijado campero que se atrevía a llevarnos hasta el Corregimiento Pueblo Nuevo, ubicado a escasos 45 minutos de la cabecera municipal.
Mientras, nos maltrataba la intransitable vía, que conduce de Bosconia a Cartagena, un paisaje grandilocuente se estremecía entre el dialogo que el sol le imponía a la precaria brisa que recorría el Valle de Ariguaní; al mismo tiempo, se percibía el olor de los cuerpos olvidados que el Estado colombiano ha enterrado a su propia suerte y que escarba sólo por encima de su historia, por el miedo que produce el reconocimiento de la verdad. Todo era y es silencio, en medio del trinar repetitivo que construye la sinfonía del olvido y la mano de Dios, que nunca borra de la memoria el destino de los que aún hoy transitan hacia otro "falso positivo".
En medio de este enjambre de colores, llegamos como transeúntes del viento a uno de los rincones del corregimiento Pueblo Nuevo, asediados por el único señalamiento del que no se puede escapar: -Yo te derrito lo poco que les queda de vida, así nos anunciaba los 45 grados de calor que nos evaporaba la angustia y nos abría paso al horizonte.
Al llegar, no sé si el recuerdo o la maravilla estelar del encuentro, unos niños nos pusieron a jugar con sus maras, mientras la calle hervía y la desobediencia se mantenía ante el grito de una madre, que llamaba a su hijo para que una vez más observara su plato repleto de hambre, como para no perder la costumbre a la hora del almuerzo. Pero, esa letanía del vacío, era con tanta ternura que nadie se atrevería a ignorar, como nunca se abandona el amargo trago de la pobreza que siempre nos persigue a las fosas comunes donde nos siguen enterrando vivos.
Pasos más adelante, las encontré a ellas, deambulando entre la calle y la puerta de su casa sin el toque chic ni el falso glamour con que fabrican los medios comerciales de información el espectáculo de la noción de actualidad para ocultar la realidad, a fin de salvaguardar este neocolonialismo y seducir el intemperante miedo que nos condena.
Sin embargo, ellas, hacían su propio escenario en una calle que se relataba así misma por su juego y la representación que hacían de su propio universo, así como lo plantea Jean Piaget en su libro sobre "La representación del mundo en el niño" (Ed. Morata, 1978), donde se fabula el realismo y se construyen las nociones que constituyen su forma posterior de relacionarse con el microcosmos.
No obstante, me detengo en sus ojos escrutadores de futuros, de intensa timidez, con que se divirtieron con mi cámara. Por eso, son ellas el rostro de nuestra propia mirada con que abordamos el reflejo que siempre ha estado ahí frente a nuestros ojos y que se convierte hoy en el testimonio redundante de la realidad, a la que como confesión, siempre estaré registrando sin el artificio de la metáfora, así digan los críticos del arte que incesantemente seguimos apelando a la pornomiseria.
Fotografías: Hugsh, 2009©, Pornomiseria
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