sábado, 1 de mayo de 2010

LA DE SIEMPRE: BOGOTÁ






Como mis des-hechos… Menos Aura
Por. Victor Hugo

Lleno de tus manos y de los alientos que nos impone el olvido, entre las calles que fueron nuestras a finales de los 80´, así recuerdo y aún vivo a Bogotá.

La misma que hoy camina afanosamente en medio del enjambre humano y la burocracia centralista que habitaba entre la simulación amable y las consignas que nunca resucitaran los sueños; mientras, Lazaro deambula en los rincones que acaso nos permite la incertidumbre de esta vida y los obituarios de las esquinas; al mismo tiempo, que sus paredes nos siguen escupiendo los restos de nuestra propia demencia de país enfermo.

Te recuerdo Bogotá, la de los umbrales que alucinan; pero, también la de Ángela, Aura, Tasha, Adineth, Diana, Maritza, Jorge, los maestros Gabriel Pabón, Carlos Caicedo y Boris Bustamante, ¿la de todos...?, y de los que no partieron, esos que se quedaron en la orilla bermeja del río Yuma, los que nunca pude volver a ver cuando regrese a casa.

Por esos días, todos los caminos conducían a la Candelaria de regreso de la Universidad Central, en medio de una ficción que se debatía como pan nuestro de ningún día; no obstante, caí la pretendida fabula de la verdad como aguacero de octubre donde se anego la conciencia del color gris del firmamento, este mismo que se avecina en cualquier mes del año.

Aunque, siempre había un después, nunca un mañana todos teníamos que resistir ante la apretujada fila de la Luis Ángel Arango: la de sus viejos ficheros manoseados por la historia, sus mesas de caoba triste y sus sillas en vilo; no obstante, las noches de los viernes eran de Shakespeare, Giovanna después de las seis y el cine club al anochecer; mientras el desayuno a veces esperaba a donde Don Genaro, para recibir el desprecio de un almuerzo lejano y un vaso de agua antes de dormir.

Esa misma Bogotá nos sobornaba con la grandeza de ser la dueña de una nación que "pasó directamente de la esclavitud al servilismo", como diría Octavio Paz, tal vez eso mismo le pasó a Rosa Ángela, mientras me detenía a observar como la ciudad sumergía a su cuerpo en medio de su mundo adyacente y abyecto, atrapado en la mecánica háptica de una historia donde aún algunos “Lloran a Llorente”, aunque sea por arribismo o la tenebrosa convicción neoconservadora.

Bogotá, la misma de la séptima los domingo a las 5:00 de la tarde con los bolsillos vacios; la cronicada por todos y su angustiosa espera tras un poco de fama; la poseída por el frenesí creativo de los artistas, el rock en español y la sumatoria de las “bohemia”, esa que nunca apareció porque se marchó de madrugada detrás de la palabra húmeda que siempre la convido a un Paris que tampoco existió, mientras vendía su último número del chance pasando el puente de la 68, donde un día... jamás regrese.

Por eso, mis fotografías son un cúmulo de recuerdos, donde confluyen las líneas que relatan otro tiempo como si fuera… aura o la partida de un día después; las que arquitectan las viejas calles donde vivimos en La Candelaria; las que no siguen la religiosa lógica del Merchandising, de sus vitrinas ni la linealidad de los discursos con bibliografía.

Fotografía: ©Hugsh, 2010. Serie: Mis recuerdos sin Aura

3 comentarios:

  1. hola Victor>> que lindo texto, que buenas fotos, que imagenes tan nítidas las que logras,> para mi,con tus palabras, así te recuerdo así como eres, asi como eras, es> increible como pasa el tiempo y aun así logras en tus imagenes foto/palabra> mostrar la "eternidad del instante" (cómo dice el maestro JL Borges, porque> el hombre vive en el tiempo en la sucesión, y el magico animal en la> actualidad en la eternidad del instante")>> muaaaaaaaaa>> con amor y admiración

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  2. Llena de tus manos y de los alientos que nos impone el olvido,buen trabajo, me identifico con la segunda fotografia.

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