jueves, 9 de enero de 2025

CUANDO EL RÍO SUENA, LAS CANTAORAS DE BARRANCABERMEJA III

A pesar que Barrancabermeja siempre ha vivido de espaldas al río y a sus ecosistemas estratégicos, el río es nuestra sangre, la vida y la historia, señala Helen Noreen Meneses Cumplido, una cantaora enamorada de su tierra.

Inicié desde los cuatro (4) años de la mano de mi madre Lilian Esther Cumplido Mármol. Ella fue bailarina del grupo de danza Lumbalú y siempre quiso ser cantadora, pero nunca contó con apoyo. Hoy, puedo decir que las primeras lecciones las recibí de ella y de mi abuela, Graciela María Mármol Alfaro, que llegó a la ciudad de Bocas del Rosario. Ellas me enseñaron en casa este profundo amor por el territorio. 

Así comenzó esta pasión por lo que nos pertenece a nosotros, los que nacimos en la rivera de estas barrancas bermejas, donde adquirimos la genética del río que recorre no solo el cuerpo sino también el alma, y que se expresa en todo lo que hacemos y lo convertimos en cultura. Ese es el verdadero patrimonio de los barranqueños, eso que somos. 

Luego, en la escuela bailaba cumbia con mi hermano en los eventos o semanas culturales y ganamos en varias ocasiones concursos de danzas. Después, mi mamá perteneció a las organizaciones sociales de mujeres y comenzaron a realizar talleres de folklore, danzas y música; fue ahí donde encontré mi primer amor: la tambora, de la que aún sigo enamorada. 

Y todo comenzó un día en el que íbamos a participar en un evento y teníamos todos los instrumentos: el alegre, los llamadores, las maracas, el guache, etc., pero no teníamos a la cantaora y mi mamá dijo que yo cantaba. Inmediatamente, el director del grupo me hizo una prueba y desde ahí inicié, con el apoyo de mi mamá, después de haber aprendido lo básico de la tambora; luego, comenzamos a realizar presentaciones en las Comunas de Barrancabermeja y hasta el día de hoy sigo cantándole a mi tierra. 

Educar 

Cuando alguien quiere algo con amor, también quiere compartirlo con los demás para que no se pierda y se conserve; entonces, después de haber aprendido y de haber pertenecido a varios grupos, decidí organizar un taller de formación con los niños y jóvenes del barrio La Candelaria. En ese tiempo, un tamborero de San Pablo, Bolívar, Pablo Erley Camacho, nos vio con todos esos niños y niñas. 

“Venga y usted de dónde es y estos niños y quién era el director”, y le respondimos que no teníamos ningún director, que simplemente no gustaba. Entonces, él se quedó a ayudarnos y Camacho trajo otro tamborero. Fue ahí cuando llegó el maestro Rolando Daniel Fontalvo, que necesitaba una cantaora para ir a representar a Santander en un Festival en Popayán, y viajar con ellos. A partir de ese momento, pertenezco a Milloson. 

En todo este tiempo, a pesar de no contar con formación para educar mi voz, seguí ensayando y poco a poco fui aprendiendo técnica vocal modulando de manera empírica y con las presentaciones viene la experiencia, porque al terminar las exhibiciones públicas reflexionábamos sobre cómo nos había ido en el evento para seguir creciendo musicalmente; además, conté con la colaboración y el acompañamiento del maestro Fontalvo, con quien sigo bajo su dirección y, por supuesto, el apoyo de mi madre. Fíjese en este sueño que comenzó con mi madre, me llevó a presentarme en las escuelas y colegios de Barrancabermeja, pasé al grupo de la organización social de mujeres y terminé cantando en el Grupo Yoruba y Herencia Viva. 

Hoy en Barrancabermeja, en cada salón comunal debería haber una escuela. La ciudad cuenta con maestros y formadores para ello; ellos deberían apropiarse de la comuna donde viven y generar esos procesos de formación. Esto contribuiría no solo al desarrollo cultural de la ciudad, sino también a mejorar los niveles de convivencia entre nosotros y promover la paz. Sin embargo, se requiere apoyo para instrumentos, transporte y recursos pedagógicos.  En este aspecto, cada una de las cantaoras y grupos de la ciudad tienen su propio sueño por construir. 


Milloson 

El folclore no solo expresa alegría y amor, sino que es un proceso de construcción social que nos acerca al otro, al vecino. Es a través del folclore que nos unimos para compartir, contar y mostrar cómo somos y qué soñamos. No se trata simplemente de la hora loca como algunos parecen entenderlo, el folclore va más allá de la cultura y propone organizarnos como comunidad para expresarnos. 

En Milloson, somos un grupo escuela donde no solo trabajamos con niños, niñas y adultos nuestros ritmos ribereños, sino que también abordamos otras culturas y ritmos del Caribe. Pero lo primero que aprenden es la tambora. 

Esta familia llamada Milloson no solo es un espacio de formación en danza y música, sino también la posibilidad de ayudarnos mutuamente, de cuidarnos el uno al otro, de acompañarnos siempre, de ver crecer a los niños y convertirse en jóvenes y luego verlos partir. 

A veces puede ser duro, creo que ocurre lo mismo con las madres cuando sus hijos abandonan el hogar, pero a pesar de eso, después de dar a luz, comienza una relación indivisible que perdura en el tiempo y con la cual permanecerán unidos y se identificarán de por vida. 

En Milloson no solo se trata del instrumento o de la danza, ni del sonido de la tambora, la guacherna, el berroche y el chande; tampoco de la técnica para golpear su cuero o el paleteo, ni de cómo afinar, no; se trata de aprender para la vida y de atrevernos a ser mejores seres humanos, mejores ciudadanos que se arriesgan a pensar por sí mismos. 

Por otro lado, cuando se trata de la educación el reto es grande, pero siempre me pregunto: ¿Cómo hacer para que más niños, niñas y jóvenes se enamoren así como yo me enamoren y redescubran su patrimonio cultural y su folclor? Y todos los días nos reinventamos para hacerlo. En este punto es fundamental ser amorosos, tener como maestros la paciencia, la humildad, la dedicación y la disciplina de aprender nuevas pedagogías para hacerlo. 

Todo esto es lo que hacemos aquí, a pesar de que no contamos con los recursos ni el apoyo para hacer esto que hacemos en la Comuna 7, un sector popular como muchos otros de la ciudad y que representan el 70% de la ciudad. Somos nosotros, los artistas barranqueños, quienes nos hemos dado a la difícil, silenciosa y cotidiana tarea de preservar nuestro patrimonio, aunque para algunos que vienen de fuera de la ciudad o incluso los mismos barranqueños, tal vez sigan pensando que no valemos ni tenemos nada y que todo se puede destruir, tumbar o que se pierda en el olvido. No, aquí hay muchas historias para contar y mucho que decir al respecto de lo que pasa y ha pasado en la ciudad. 

Ahora bien, a Milloson llegan niños de toda la Comuna, que fue duramente golpeada por la violencia, a nosotros mismos aquí nos ha ocurrido y fue durante un ensayo que nos violentaron dentro de la escuela, hecho que fue presenciado por los niños y niñas; sin embargo, seguimos adelante. 

Fotografía: ©ArtistasZona. Enero 2025.

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