sábado, 15 de mayo de 2010

BARRANCABERMEJA: A LA IZQUIERDA, EL PATRIMONIO






Jamás, menos tu olvido
Por. Victor Hugo

“Se me acabó la fuerza de mi mano izquierda”, cantaba José Alfredo Jiménez, lamento sincero que desentejó una época que se nos quedó en la retina sedienta y, que quizás, alimenta la pasión de estos días urgentes, de los que crecimos sin las respuestas, pero con la lucha a cuestas de una ciudad que se construyó en medio de la protesta de los años 70´s.

Barrancabermeja, una ciudad que no se dejaba intimidar por el miedo, pero que aun llora incesantemente a sus hijos asesinados, entre tanto, sus calles eran militarizada, laceradas y torturadas; sin embargo, hoy se destecha simbólicamente como la guerra sucia que devastó las ruinas de su horizonte, el mismo que se desmanteló en la mesa de negociaciones de las conveniencias del poder y las coyunturas políticas.

Quizás sea por eso, que su patrimonio cultural, su memoria, donde aún grita nuestra última consigna, la del desalojo ideológico que transpira ahogado en este firmamento donde nos acompaña las tristezas y los cementerios donde enterramos los restos de lo que fuimos.

Ahora que lo pienso

A los siete años estaba la llave del agua que surtía a la ciudad y que colgaba de una malla que dividía a los demás de los privilegiados obreros de Empresa Colombiana de Petróleos y la subdirectiva sindical del Complejo Industrial de Barrancabermeja.

La Unión Sindical Obrera, USO, era un gueto para nosotros, los excluidos; además, el lugar para saltar la malla detrás de un mango biche y de huir de su celador que nos perseguía para golpearnos, cuando nos pillaban adentro; detrás de esa reja traslucida, se vivía de otra forma y afuera estábamos los que no teníamos nada que ver con Ecopetrol ni estudiábamos en sus Concentraciones.

De tal forma, que a nosotros nos tocaba hacer todos los días la fila por un caneco de agua con el intentábamos sobrevivír en medio de la miseria que iba tomando por asalto a la ciudad y que se empezaba a extender en el nororiente y en los barrios del sur; por esa época, nunca había agua potable que bajara por el grifo, mientras seguíamos siendo estigmatizados en Bucaramanga, la que vivía de las regalías petroleras, y que nunca nos consideró ciudadanos de santandereanos; no obstante, los dirigentes liberales “de izquierda” del puerto abrían en la capital del departamento su primer directorio, con lo que iniciaron su ofensiva para apoderarse políticamente de Santander.

Mientras que en el radio periódico del hoy Gobernador del Departamento, Horacio Serpa, “Barrancabermeja en Marcha”, se rechazaba cualquier manifestación ciudadana y paro cívico por el agua, determinación que se tomaba en la Coordinadora Popular, y es que para el dueño del Frente de Izquierda Liberal Autentico, Fila, la alcaldía era su centro de poder; al tiempo que, en las calles la fuerza del alcalde militar Manuel Jose Bonett Locarno me hacía correr de la mano de mi padre para no dejarme alcanzar por sus bombas, que ensordecían el puerto, pero que jamás alcanzó a intimidarnos, porque se peleaba era en nuestras calles.

Aunque, siempre los lunes eran de escuela en la Central Integrada, la de todos, la del guarapillo de piña a la salida de las 5:30 p.m., cuando había siempre la mejor luz que dibujada la sombra de la ciudad sobre el puerto, donde hervíamos entre la Avenida del Ferrocarril, las canchas que improvisábamos en la calle o en el Parque Infantil, donde jugábamos en medio de sus ángeles y de esos grandes objetos escultóricos de metal, que un día también desaparecieron; aunque, también se hacían presentes sus caños, la ciénaga y, por supuesto, el gran río.

Sin embargo, había tiempo para las películas de 16 mm en blanco y negro del Santo y Blue Demon, que nos costaban 20 centavos la entrada. Más tarde vendría el cine de verdad y los documentales sobre la revolución cubana, su música y su filmografía, pero también había que ver algo de la antigua y poderosa Unión de Repúblicas Socialistas Soviétivas, URSS, donde muchos se fueron a estudiar o pasaron por la Universidad Patricio Lumumba.

Por eso días, siempre escalaba la paredilla para colarme con mi hermano Julio Mario a la escuela, aunque mi casa quedara a la vuelta de la Central Integrada, todos los días llegaba tarde, eso sí con la complicidad de mi madre. Ese tiempo de ayer era como hoy: sobrevivir o soportar el escarmiento, ese castigo consistía en cargar dos ladrillos en cada mano y arrodillado en la arena caliente expuesta al sol, con el que derretía la ciudad al medio día.

Así aprendí, en medio del dolor, que la intrepidez y la osadía, eran la burla contra la injusticia del poder, como incuestionable postura de valentía frente al temor que puede producir el espectro del Estado y sus asesinos a sueldo, los mismos que hoy nos tienen sumidos en esta realidad: -Maestro antes de golpearme contendré mi ira para arrancar el tiempo de este dolor que jamás entenderá que es libertario.

Más tarde, después de haber sido expulsado por el padre Arturo Garzón del Seminario San Pedro Claver, cuando éramos aún adolescentes, nos tocó reconocer la ausencia de Martin “Cachucha” García, de José Manuel, Ricardo, Victor Hugo, de Orlando e Ismael Jaimes, y de muchos otros con los que deambulé por las calles cercanas al río; pero también, la invisibilidad de los que nunca partimos ni contamos las anécdotas sino que seguimos aquí clavados con la sospecha de ser de aquí, los que no simulamos con laboratorios traídos desde Europa; aunque algunos estén empeñados en hacernos olvidar, destruyendo parte de esto sueños que aún hoy tenemos, como el cineclub del “Monky” Moncada y su última novela engavetada.

Ahora, sentado bajo “Mi Ángel Mutilado”… recuerdo a Pedro, porque el día en que decidió entrar al paraíso dejó las llaves en la puerta, aunque me temo que, también olvido lo anodino de los demás; al tiempo, que Rafael se detiene a escudriñar el lienzo en su propio pasado, yo me detengo en la esquina de siempre con las flores camufladas en mis bolsillos, porque ahora no hay nada aquí, sólo las viejas canciones que nos acompañaban de madrugada. No importa yo rezaré este último salmo, por cada cruz yerta y las últimas paredes destruidas que eran mías y de nuestros sueños prestados, como de tu mano Gladys.

Y es que este asesino silencio nos detiene, mientras siguen arrojando nuestros cuerpos al río para mantenerse en el poder, para que alucine con las encuestas de televisión y la risa prestada… Ese mortífero gesto que me recuerda que soy de aquí… El sin agua, ni rio, ni catecismo, ni seminario, ni este auditorio donde un día me senté. Al contrario, sigo siendo este partidario de las sin fronteras que se niega a tener el vigía del norte y se mantiene con la voz en la calle, como siempre ha sido, a pesar de las pesadillas que me embuten los medios de información.

No importa, porque hoy Penelope estará en la estación, ésta tarde que no marchita en nuestra mirada con su aroma de libertad, la misma que nos perseguía desde nuestra niñez en bicicleta, la que nos despedazó en medio de la tormenta, pero que nunca me dejó sólo, sin mi cámara, desde donde me atrevo a escribir este epitafio por anticipado y dejarte estas fotografías, que nos recuerdan otros tiempos, cuando no éramos felices ni indocumentados.

Fotos: Hugsh, 2010. Jamás, menos tu olvido.

2 comentarios:

Mauricio García Ortíz dijo...

No me digas! La USO está desapareciendo? Allí en ese salón, en donde se gestaron aquellas huelgas memorables y valientes? Aaah! que cagada!...sólo nos quedará el recuerdo y alguna foto. Y no fuimos capaces de levantar un plano arquitectónico o un 3d.

Anónimo dijo...

¿¿Se me acabo la fuerza de la mano izquierda??

Bueno...No importa, porque hoy Penelope estará en la estación, ésta tarde que no marchita en nuestra mirada con su aroma de libertad.

Y nos invadiran los recuerdos de los años 70, pero, mientras Penelope este con vida...nuestro sufrimiento sera mas llevadero.

maestro ella y usted son quienes hacen que estas cosas sean enteradas en estos tiempos donde reclamar el patrimonio es nuestra propia sentencia.