domingo, 24 de marzo de 2024

MÁS HAYA DE LA PIEL DE AZAFRÁN


Por. Víctor Hugo

“Hermoso lirio que alegra mi vida”
Gladys Saldaña

Estas sinuosas líneas de azafrán nos conducen decididamente a ese inalterable destello de sentido[s] donde respiran nuestras historias y el erotismo, no el tántrico ni el de la puesta en escena del cuerpo que deja asomar su provocadora desnudez, sino el de la pasión por la vida, la que no se empantana como un Romeo arrodillado en el jardín de sus delirios o Jay Gatsby alucinado por una Daisy llena de lirios(“El Gran Gatsby”) y donde esta flor adquiere un preponderante protagonismo simbólico. 

Tampoco en esa tormentosa relación entre el “noble caballero” Félix de Vandenesse y Madame Henriette de Mortsauf, una burguesa casada, los que parecen estar inamovibles en la novela de Balzac(“El Lirio en el Valle”) donde nos detalla la siempre almidonada aristocracia y la húmeda espesura de sus frustraciones en 1836, después del fracaso la Revolución Francesa y cuando sucumbía el reinado de Napoleón Bonaparte, al tiempo que regresaba al poder su vergonzante monarquía. 

Quizás sea esa misma maleza la exhibe en el discurso “bocaraz” de Enmanuel Macrom, que deja al desnudo la tarea que cumple como globalista, al buscar no solo destruir a Europa invitándola a la guerra, sino entregársela, con un gesto de supremacista genuflexo, a los designios geopolíticos de los Estados Unidos y dejarla en manos de las multinacionales de la industria bélica norteamericana. 

Sin embargo, frente a esa amenaza que intenta empañar la bella luz, William Blake(“El Lirio”), no propone detenernos en su “deleite”, antes que desaparezca definitivamente la piel de azafrán y mejor invitación no podría ser la que nos hace desde el siglo X, la japonesa Sei Shonagon, desde su nada contemplativo “Libro sobre la almohada”; aunque, podríamos dejarnos seducir por la sugerencia de la escritora estadounidense Edith Wharton, y adentrarnos en su nada consonante novela en “La casa de la alegría”

Finalmente, esas sinuosas líneas de azafrán no nos conducen a donde pernocta el opulento éter que perturba el universo y habita entre las calles o los hoteluchos a la que hace referencia “La canción de amor de J. Alfred Prufrock” del poeta inglés T.S. Eliot y donde sus preguntas nos atenazan: «¿De qué me hablas?» «¿Me atreveré yo acaso?» «¿Será el perfume de un vestido lo que me hace divagar así?», nada baladí su interpelación, porque con las imágenes este caprichoso lirio que florece una vez al año nos dice: «Soy Lázaro que regresa de la muerte/para os revelarlo todo, y así lo voy a hacer»; quizás sea la pretensión de las fotografías, aunque a decir verdad y para no sonar presumido y como lo dice la misma poesía: «No. No fue esto lo que quise decir./No lo fue. De ninguna manera», «No. No soy el príncipe Hamlet. Ni he debido serlo».


Piel de Azafrán 

Lleno de venganzas inoficiosas 
de recuerdos cancerosos 
fétidos de llagas incunables; 
de palabras ansiosas 
hervidas con sangre de la historia; 
de sabores amargos 
atrapados en los pliegues de tus adentros; 
de olores ébano 
que recorren tu piel de azaffrán; 
de dolores enconados 
expuestos al sol como Prometeo. 

Lleno de tus destierros 
intento deshabitar mis pensamientos 
en esta madrugada 
cuando apareces efimera 
y embriagado de tu delirio 
estoy sobre la almohada 

Fotografía: ©ArtistasZona, marzo de 2024.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente fragancia adorable con aroma dulce .

Buena nota en el café de la mañana.