martes, 11 de febrero de 2025

CUANDO EL RÍO SUENA, LAS VOCES DE LAS CANTAORAS DE BARRANCABERMEJA: LA AMARIS


Cuando era niña, le insistía a mi abuelo Licinio Rafael Amaris que me llevara a la faena de pesca; no era nada fácil convencerlo. Al final, le decía que, si iba, le preparaba la aguadepanela. Así me iba toda la noche a pescar con ellos, recuerda la cantaora Angie Katherine Ortiz Amaris. 

Él había llegado de Guataca, un corregimiento de Mompox, y resultó conociendo a mi abuela Praxédes Monsalve. Finalmente, juntos llegaron al territorio y arribaron a la vereda La Felicidad, que se encuentra río abajo de camino a Wilches y pertenece a Barrancabermeja. Pero mi abuelo, aparte de ser un gran pescador, había nacido de una familia musical y siempre estaba componiendo algo; por eso, en honor a ellos, los que me criaron y de los que aprendí, mi nombre artístico es “La Amaris”, porque toda esta tradición cultural y el talento logró transmitirlo a las nuevas generaciones, primero a sus hijos y ahora a sus nietos. 

Sin embargo, hoy un grupo importante al interior del sector cultural de la ciudad decidió crear tendencias alrededor de los estereotipos y son quienes creen que si no estás dentro del movimiento no puedes cantar; tampoco puedes ser cantante de bullerengue o de tambora porque tú no naciste ahí o no naciste allá, indica Ortiz Amaris. 

Frente a estas realidades y discusiones que transitan entre las clásicas y rigurosas ortodoxias de los que a motu proprio definen quiénes son los herederos y protagonistas de la cultura desde sus escritorios o bibliotecas y que luego son legitimadas por la institucionalidad en sus eventos; es ahí cuando surge la pregunta: ¿Qué nos identifica en la juntanza para la preservación del folclor, con el fin de asegurarnos un horizonte futuro como sociedad y la protección de esa singularidad que nos fija y nos explica como grupo social desde el territorio?

En últimas, somos lo que queremos ser y en gran medida eso depende de nosotros, de la simbiogénesis cultural, de cómo nos dejemos permear por el intercambio simbólico-afectivo que se produce en el territorio, que son fruto de la construcción de sus imaginarios, pero también de sus historias, realidades y el ensombrecido presente tecnofeudalista en el que sobrevivimos dando saltos al vació de la hipermodernidad que nos ha tocado vivir.

Por eso, como señala tajantemente Ortiz Amaris: "lo que tú quieras, lo puedes hacer". Así es, somos más que los estereotipos del folclor, como observó el filósofo griego Heráclito de Éfeso: nadie se puede bañar dos veces en el mismo río, porque jamás se cristaliza, como tampoco lo hace la realidad. 

A pesar de que Barrancabermeja hoy, el gran ausente es el río y el Distrito nos prohíbe el puerto, que busca transformar dentro del Proyecto Diamante, el cual se propone realizar grandes inversiones para modernizar la infraestructura portuaria sobre el Magdalena y transformarla en turística. Por eso, ya algunos inversionistas compraron parte de los predios en el sector del puerto de Barrancabermeja.

Quizás la idea sea la misma de Barranquilla: privatizar el acceso al paisaje. Para eso, el Clan Char le colocó peajes a la ciudad, la más endeudada del país; pero por ahora todo se les vino abajo. Ni siquiera los actuales concejales fueron diligentes ni estudiosos durante el fracasado proceso de aprobación de la actualización del Plan de Ordenamiento Territorial, que fue derogado al interponérsele una demanda, porque solo fue pensado y aprobado para permitirle al alcalde adelantar sus proyectos y al mismo tiempo darles la espalda a los ecosistemas estratégicos de la ciudad. 

Parafraseando al poeta Khalil Gibran, que en El Profeta señaló que el trabajo es amor hecho visible, quizás podríamos decir lo mismo cuando el arte se da a la tarea de preservar el patrimonio inmaterial a través de las expresiones artísticas, lo que se constituye en la materialización del amor por el territorio y nuestra identidad; hecho que nos permite el reconocimiento de la otredad y apropiarnos de la dignidad como colectividad social. Que tanto nos hace falta como nación. 

El proceso 

Mi proceso como cantante profesional arrancó cuando entré a estudiar Licenciatura en Educación Artística en la Universidad y me enamoré de todo aquello que constituye la construcción de identidad y el fortalecimiento del patrimonio inmaterial de quienes vivimos en la ribera del río Yuma, como lo llamaron nuestros pueblos originarios. 

Aunque desde niña cantaba, cosa que aprendí escuchando a mi abuela, solo inicié un proceso consciente de que era lo que quería ser cuando ingresé a la educación superior y el aporte de la academia consiste en tener un grupo de pares para discutir y dialogar sobre nuestras experiencias vitales y lo que estas nos han enseñado dentro del campo cultural, porque los métodos y técnicas se aprenden como todo en la vida, pero a repensar lo que hacemos y crear, no; a eso solo llegamos cada uno a partir de esa relación sensible con nuestro entorno, con la permanente lectura sobre nuestra realidad y a partir de nuestras investigaciones, así que adelante una investigación sobre el folclor. Para eso me sirvió el aula universitaria. 

Primero empecé bailando como todas, luego llegué a los instrumentos y por último me dediqué a cantar y organizamos el grupo Bogas del Magdalena, que actualmente se llama Bogas de la Rivera y también a componer. 

Como ya lo había dicho, mi abuelo y mi tío fueron mis figuras paternas; mi mamá y mi papá trabajaban muchísimo desde que tengo uso de razón para mantenerme. En ese momento, todos eran muy jóvenes, de escasos recursos y, para completar, les tocó salir huyendo, dejar todo tirado de un momento a otro y desplazarse forzosamente de la vereda La Felicidad por el conflicto armado interno. 

Por esa época, mi tío, Yairciño Amaris, se recorría Barrancabermeja vendiendo chance y lotería, y con eso no nos acostábamos sin comer. Él fue la persona responsable de que pudiera ir a educarme a la universidad y también componía, así que cantaba sus canciones; ya hemos grabado por ahí algunas, pero ahora queremos grabar un álbum completo, aunque es un poco difícil por los recursos para hacerlo.

Por otro lado, hoy puedo decir que Sabana de Torres ha sido una tierra que me ha dado muchas alegrías, paz y tranquilidad. Aparte de un proceso que inicié y del que ya comienza a dar frutos, es la segunda ciudad donde vivi porque residí un tiempo en Bucaramanga en el 2021, pero no fue lo que esperaba. 

De tal manera, que este año la idea es montar la canción para Sabana de Torres, donde me desempeño como educadora del Instituto Municipal de Cultura, y hacerle un video. También, el año pasado hicimos la primera rueda de tamboras en Sabana y en este 2025 queremos hacer dos ruedas en el año, con el propósito de realizar talleres con diferentes percusionistas y cantadoras. De esta manera, trabajo en la construcción de identidad y la preservación de nuestro patrimonio inmaterial. 

Pero también producirla aquí, una para Barrancabermeja, ya que el año pasado grabamos en abril un videoclip dedicado al puerto petrolero, que fue un regalo para la ciudad en homenaje a su aniversario como ente territorial, y sorpresivamente la canción “El sol celebra” tuvo más de 21.000 visitas entre los barranqueños. 


De viaje 

Mi primer acercamiento con la tambora fue en el año 2017, cuando estuve en San Martín de Loba, donde fui a concursar e investigar; el proyecto se llamó “Entre los Árboles y lo Profano en la región del Matagalpa”, sobre el tema religioso y sus fiestas patronales que se realizan en esos pueblos. Ese año, concursamos como Pareja Bailadora Nacional en la categoría que se le llamaba Colombia le baila San Martín y, por decisión del jurado, nosotros quedamos en segundo lugar esa vez. 

En 2018, viajamos por toda la bioregión y el país, pero en 2019 fue mi mejor año como bailadora tradicional de tambora, junto con mi parejo Dani Alfonso Sayas. Con él me presento desde que comencé a bailar danza folclórica; prácticamente él ha estado conmigo y hasta hoy bailamos juntos tambora. 

Llegamos en el año 2019 a participar en el concurso de Cantagallo y obtuvimos nuestro primer puesto como pareja bailadora en la categoría de sub-veteranos. Después ganamos en San Martín, otro primer lugar; en Tamalameque (Cesar) nos ganamos otro primer lugar. Todo eso fue ese mismo año, prácticamente nos catapultamos como una pareja muy fuerte en esa categoría. Y siempre llevando el canto de la mano. 

Finalmente, me gradué en 2022 con un proyecto de investigación- creación sobre las cantadoras, el río y la tambora. Hoy, soy artista integral en todos los sentidos: soy buena para el dibujo, la danza, el canto, el teatro y la pintura; es decir, el arte es mi pasión, gracias a Dios que me dio el talento, a mis abuelos que me enseñaron lo que soy, a mi tío que siempre me apoyó y a mis padres que se sacrificaron por mí. 

Yo amo cantar, amo expresarme a través de lo que siento. Entonces, aparte de que es una herramienta que te ayuda a sacar todo eso que tenemos adentro a través del canto, honro a Dios con el talento que me encomendó. 

Festivales o encuentros

Luego de haber vivido y viajado por la bioregión a los diferentes festivales y viendo las inconformidades expresadas por algunos de los participantes, tanto por la organización, la logística, la premiación y otros casos frente al jurado de estos eventos, muchos de los artistas que somos invitados nos toca quedarnos en las escuelas o colegios de los pueblos. Todas no cuentan con las condiciones adecuadas para alojarlos: baños, privacidad, ventilación, agua, alimentación, etc. Este maltrato deja entrever que hay un proceso de dignificación, y no solo del actor social, sino del oficio mismo del artista, y es necesario que planteemos esto abierta y públicamente. 

Por otro lado, está el tema de los jurados; muchos sienten que les hace falta la preparación necesaria para hacerlo, y se presentan algunos hechos que generan controversia, y siempre se van inconformes para sus municipios. 

De ahí que estamos planteando mejor el encuentro que el festival, porque, a decir de muchos, el tema de un encuentro permite que el grupo o la cantadora y los que vayan a participar o sean invitados lo hagan porque les gusta hacerlo. Incluso la gente que va a festivales a concursar realmente también lo hace porque les gusta. No cualquiera se va y se aguanta una estadía en un colegio durmiendo mal, con el tema del agua en los pueblos; es decir, son diferentes factores los que se cruzan, y los artistas, como la gente, están cansados de eso. 

El tema de los encuentros podría ser algo muy interesante que serviría para fortalecer el proceso de preservación de nuestro patrimonio inmaterial. Se trata de que los creadores no vayan con esa expectativa de que tengo que ganar y no a la juntanza. En este sentido, a través de los encuentros, también podemos mantener la tradición. Desde mi perspectiva, el tema de las ruedas en Sabana de Torres es que se llegue a hacer un encuentro. 

Entonces, le ponemos rueda de tambora; es para que todo el que esté alrededor de la zona donde se realiza el evento llegue, pero al final se convierta en un encuentro, en algo más estructurado en donde se puedan invitar grupos completos y así construyamos con participación comunitaria la identidad. No solo para decir que en algo nos parecemos como grupo social que comparte un territorio y adquiere una genética que lo define, sino que estamos juntos diseñando un verdadero proyecto de futuro entre todos como una nación soberana que fortalece su identidad como parte de su riqueza, porque todos la llevamos en la sangre y el alma, puntualiza Angie Katherine Ortiz Amaris. 

Fotografía: ©ArtistasZona. Febrero, 2025.