Aunque estamos a punto de colapsar, como en la paradoja de Schrödinger, siempre intentamos sostenernos como temerarios equilibristas; al mismo tiempo, prendemos la última vela antes de terminar atrapados en esta alucinación, que nos llevará a tocar tres veces la puerta del cementerio antes de entrar al clímax a la hora de la fiesta.
No hay más remedio; hoy hemos entendido que es mejor acomodarnos en el relativismo moral de esta febril sociedad que premia a quien peca, reza y empata cada domingo en el culto o la iglesia. Mientras, saboreamos dulcemente las telarañas adheridas en el alma que nos negamos a limpiar de vez en cuando, al tiempo que enloquecemos con los nuevos discursos que nos invitan a “expandirnos”, como el gran logro hermético de esa promesa de ascenso social que repetimos como un mantra antes de vendernos.
No obstante, las palabras siguen siendo fugaces y pasan a toda prisa como los fantasmas que nos persiguen por miedo al olvido; por eso, nuestro horizonte de sucesos devora la luz y en el espacio-tiempo queda detenida por la ruptura de nuestra propia singularidad.
Fotografía: ©ArtistasZona, Junio de 2025.