A pesar de todo siempre aparece la luz; onda o partícula, emerge de las cloacas como un acto de resistencia frente a nuestra oscura sociedad, mientras disfrutamos de la infalibilidad del dogma al que nos aferramos para sobrevivir y de alguno que otro axioma al que le añadimos cualquier aderezo cuántico que nos genere estas certidumbres con las que nos atrevemos a caminar en este estado alterado de conciencia que llamamos realidad.
Sin embargo, siempre usamos las jugarretas como antídoto contra el dolor; así, a punta de placebos evitamos que nos mortifique la verdad. Tal vez, por eso sonreímos frente al espejo, no para reconocernos, sino para fingir con la máscara puesta, y en ese rito cotidiano de suprema proyección de hipocresía, terminamos por esconder el lugar donde se refugia la vida, a la vez que intentamos, a cualquier precio, que se materialicen esas profecías que podemos comprar en cada esquina.
“Verde que te quiero Verde”
No se trata solo del sueño acuoso de todo consumado ecologista, como lo representó en su momento Felipe, el duque de Edimburgo, quien fuera uno de los fundadores de la WWF y del famoso Club de Roma. A pesar de ello, salía de safari a la acostumbrada y muy publicitada casería real, que lo llevaba al Kilimanjaro a perseguir presas de lo que para ellos siguen siendo los exóticos animales de la África esclavizada, precisamente por el imperio inglés, y que veía el mundo en las fotografías del Jet Set en la famosa revista Life, entre otras.
Cabe recordar que, al mismo tiempo, el príncipe consorte de la reina Isabel II era un férreo defensor de las tesis del maltusianismo, el darwinismo social y la eugenesia; además del “Nuevo Orden Mundial”, que generó la globalización y la Agenda 2030 promovida hoy desde el Foro Económico Mundial por los globalistas de Davos, liderados por el neofascista Klaus Martin Schwab y por el peligroso George Soros, entre otros.
“Desde Hobbes, las características competitivas y lucrativas del hombre occidental han sido confundidas con la naturaleza, y la naturaleza, forjada de este modo a imagen del hombre, ha sido a su vez reaplicada a la explicación del hombre occidental. El efecto de esta dialéctica ha sido afianzar las propiedades de la acción social humana, tal y como las concebimos, en la naturaleza, y las leyes de la naturaleza en nuestras concepciones de la acción social humana. La sociedad humana es natural, y las sociedades son curiosamente humanas. Adam Smith proporcionó una versión social de Thomas Hobbes; Charles Darwin una versión naturalizada de Adam Smith; William Graham Sumner [darwinista social] reinventa acto seguido a Darwin como sociedad y Edward O. Wilson reinventa a Sumner como naturaleza”
("Uso y abuso de la biología: Una crítica antropológica de la sociobiología". Sahlins Marshall, 1982).
Fueron ellos quienes convencieron a las narcisistas democracias burguesas de Occidente de que la máxima expresión de civilidad y libertad de la humanidad es la diversidad para tratar de esconder las relaciones asimétricas de poder y las desigualdades que subyacen en el capitalismo globalizante, lo que facilitó la destrucción de la unidad de la conciencia mundial y convirtió a nuestra sociedad en una serie de guetos que se disputan el reconocimiento de sus derechos. Este hecho se expresa en la esquizoide búsqueda por individualizar las realidades y negar el ejercicio de nuevas lecturas colectivas; así configuran otra estrategia de segregación que favorece el control social de las élites y la corporocracia financiera, responsables de acabar con el planeta.
En la actualidad el sur global sigue siendo el tercer mundo, luego de que las potencias se repartieran el planeta tras la firma del Tratado de París (entre julio de 1946 y febrero de 1947) y del Acuerdo Financiero de Bretton Woods; es decir, nos reconocieron como países subdesarrollados y, luego para que no sonara procaz estábamos “en vías de desarrollo”, pero nunca hemos dejado de ser su despensa de materias primas y de esclavos para los ricos. Al mismo tiempo, se otorgaron el derecho de constituirse como la policía mundial, papel que ejercen a través de sus organismos multilaterales y bloques de poder del “mundo basado en reglas” que nos imponen a punta de sanciones, bombas y golpes de Estado.
Tampoco es un ensayo de la poética más refinada de una modernidad que entraba en decadencia a mediados del siglo XX, o la que gritaba “verde que te quiero”, de la que también sobreviene la historia del ambientalismo y que viene de la mano del eurocentrismo supremacista blanco; hechos que muchos omiten y de los que poco se escucha, porque en el movimiento ecologista hay mucho más que verde, sino también múltiples intereses del globalismo neocolonial, eso que llaman Estado profundo, que además creó una nueva franja de mercado de disciplinados consumidores orgánicos.
Finalmente, menos mal que la Sierra Nevada de Santa Marta es el corazón del mundo como nos lo enseñan las naciones originarias de los Arhuacos, Kogui y Wiwas, porque desde otra perspectiva el ecologismo es más que la conservación y que el negocio de lo “sostenible”, donde quizás los colores adquieren nuevos sentidos.
Fotografía: ©ArtistasZona, Junio de 2025.