Por. Víctor Hugo
Enfrentar esta entrópica realidad que nos amenaza y expresarse desde el arte es dar un salto al vacío en medio de la escenificación distópica de los medios de información, que hacen implosión en una sociedad esquizoide y enferma, así como lo reveló The Economist este martes 19 de marzo, en uno de sus artículos donde señaló que el 20% de los niños norteamericanos sufren de depresión.
Al mismo tiempo, en los países del primer mundo o desarrollados, la tasa de natalidad se detiene por debajo del 2,1 y con ello la población mundial empieza a reducirse; este dato podría ser la evidencia fáctica de una juventud con tendencia a lo efímero y donde nadie quiere hablar de ese viejo y sempiterno anhelo del concepto de familia, en tanto crece la noción de competencia, el narciso hedonismo y esa incertidumbre que homogeniza hasta el sentido del placer y todo lo convierte en sexo.
Nada distinto a lo que sucede en los países del sur global, como el nuestro, donde a la industria del entretenimiento le interesa imponer las precarias estéticas del reguetón y el vallenato, que dan cuenta de esa abyecta noción de alegría, amor y tragedia de la vida cotidiana de quienes repiten masivamente a través del lenguaje de sus cuerpos hasta dónde llegarán sus vidas.
Esos mismos son los que se exponen en los reels de las redes y buscan afanosamente hacerse virales, donde se hace tendencia la desnudes como artículo de venta; por eso, será que crece exponencialmente el número de niñas y adolescentes embarazadas en nuestros países, fenómeno social que da cuenta de una angustiosa ansiedad que se reproduce como legado patrimonial de familias fracturadas y de la sin salida que hereda cada generación en los sectores populares.
Al parecer nada es alentador por estos días, donde se diluyen los rastros del ideario de esa promesa de una civilización como bien superior y garantía de que la vida vale la pena. Así lo cuestionó el soldado de la aviación Norteamérica Aaron Bushnell (QDEP), quien se autoinmoló frente a la embajada de Israel en los Estados Unidos como gesto de extrema protesta, el pasado 24 de febrero de este año y con el que dijo: “Ya no seré cómplice de un genocidio”.
Ahora bien, estos conceptos, como el de ética se difuminan; así lo han hecho a lo largo de la historia, en medio del perpetuo miedo producido por el fin de los tiempos, predicado desde aparición del hombre en pulpitos, atrios o sinagogas, como esa maldición eterna del pecado original que recae sobre la humanidad y un planeta vigilado pacientemente por su luna y el Caballero Negro. Esa es la deuda espiritual, que se nos cobra como la deuda externa.
Pastores, sacerdotes o líderes espirituales presentan una conveniente idea de que la espiritualidad equivale a esa idea del Dios castigador o férreo guerrero que va abatiendo enemigos por doquier para su pueblo elegido o su genuflexa feligresía a la que es necesaria adiestrar y segregar de los malvados impíos que osan poblar este mundo.
La misma idea con la que los dueños del poder nos hacen alucinar y drogados por sus deslumbrantes narrativas visuales o sus sensibileros y repetitivos discursos, como los que posan de progresistas, pero resultan ser ambidiestros ideológicos al estilo del exgobernador del Magdalena y exalcalde de Santa Marta Carlos Eduardo Caicedo Omar y su empresa electoral Fuerza Ciudadana; esas diatribas o predicamentos se convierten en desabridas, pero efectistas declaraciones cargadas de consignas reelaboradas una y otra vez por los expertos copistas de la propaganda.
Condenados por unos y otros, lentamente nos obligan a subir escalón tras escalón de nuestra desvencijada escalera hacia el suicidio que nos ata insondablemente y que cristaliza nuestra conciencia hasta la muerte, porque los que se disfrazan de izquierda son tan fascistas como los neonazis de la derecha.
Y para asegurarnos ese camino, el norte imperial, junto al tenebroso Klaus Schwab del Foro Económico Mundial, su asesor Yuval Harari y los líderes globalistas europeos, que tienen el poder, alimentan frenéticamente el terror vendiendo la certeza que se nos aproxima la caída libre de los sagrados, únicos y supremacistas valores de la civilización occidental.
De tal manera, que los blancos occidentales encarnan lo que se puede considerar como ciudadanía: solo ellos deben ser sujetos derechos; los demás no existen, son farsantes o son simples accidentes de la historia y hay que hacerles la guerra para que prevalezca la potestad de su poder emanado por la divinidad de lo absolutamente absoluto, tal como lo han hecho desde Las Cruzadas.
Luego, entonces, asumir la soberanía y la autodeterminación de los pueblos es pura y llana conspiración como lo ha hecho Cuba o esa perversa complicidad que desafía el orden internacional en manos solo de Europa y los Estados Unidos, como lo hicieron los africanos al iniciar sus procesos de descolonización moderna: Burkina Faso, Chad, Guinea, Mali o Nigeria, quienes sacaron corriendo a los franceses de su continente o esos “extraños” hutíes de alpargata, quienes hacen uso del Derecho Internacional en defensa de los palestinos, hechos que son vistos como sospechosos y exóticos por parte del Estado profundo y la prensa de occidente.
Bajo el anterior argumento, también los Norteamericanos y la OTAN bombardea Yemen, Irak, Siria y acabó con Libia, asesinando a Muamar Muhamad Abu-Minyar Gaddafi en el 2011, supuestamente por orden de los organismos de inteligencia durante el gobierno de Barak Obama.
Pero nada de esto sería absolutamente posible sin la interminable manipulación del fin de los tiempos y ese mantra que repiten una y otra vez muchos: “hasta donde iremos a llegar”, y el sensacionalismo inoculado de qué todo está por terminar en manos del exotismo de quienes muy a pesar de sus esfuerzos aún sobrevive por fuera las murallas nucleares de occidente.
Por otro lado, y a contracorriente del intimidante del Comando Sur en manos de Laura Richardson y con la presencia de la Cuarta Flota de la armada Norteamericana, que sigilosa o abiertamente recorre las costas de nuestro continente, quien no oculta que monitorean nuestros recursos naturales, se acaba de conocer que 23 países Latinoamericanos y del Caribe firmaron una carta dirigida al Secretario General de Naciones Unidas, en la que se pide el trámite en la plenaria de la Organización de las Naciones Unidas y la respectiva votación para el reconocimiento del Estado Palestino como miembro pleno de la ONU.
Mientras esto sucede las figuras responsables de la escalada belicista y no elegidas mediante el voto popular por los ciudadanos europeos, como la señora Ursula von der Leyen, presidenta de la Unión Europea, se ríe ante las cámaras cuando un periodista le pregunta si sus hijos hacen parte de las filas del ejército alemán. Así nos recuerdan, con glamourosas sonrisas, que ellos tienen el poder y nosotros el miedo.
Por eso, cuéstenos lo que nos cueste, aceitaran con miles de millones de dólares y euros la industria de la muerte para su guerra de poder, con el fin de enfrentar los maléficos demonios de la multipolaridad, que intentan sacar de los mismísimos habernos los BRICS; mientras nos llueven amenazas de todo tipo, censuras y persecuciones como la que mantienen condenado a Julian Assange y con él a todos nosotros, luego de la traición del corrupto expresidente ecuatoriano Lenin Moreno Garcés.
Así nos avisan lo que nos puede llegar a pasar si nos aventuramos a expresarnos y atrevernos a pensar; pero seguramente eso no es suficiente, porque en 167 días arrojaron en Gaza el doble de explosivos que la única explosión nuclear hecha por gobierno alguno sobre civiles, tal lo hizo Estados Unidos en nombre de la libertad y la democracia sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945, a pesar de que ya se conocía la rendición de los samuráis japoneses.
La diferencia es que hoy, a pesar de la amplia manipulación de la prensa internacional, se trasmite, casi que simultáneamente por valientes periodistas a través de las redes sociales, como caen toneladas de bombas sobre niños, mujeres y ancianos; como el ejército de Israel apuntan sus armas contra los trabajadores de la salud, periodistas, académicos y artistas; como destruyen escuelas, universidades, hospitales y mezquitas; todo esto por el hecho de ser un pueblo semita, como son los palestinos, y en el nombre del Dios sionista y el derecho a la defensa.
Así justifican la barbarie del apartheid, la limpieza étnica y el genocidio de los que se suponen deberían defender los valores de la civilización; no obstante, los medios liberales se empeñan a fondo para asegurarse que sus audiencias estén plenamente convencidas y alienadas con el discurso de Biden, porque según ellos inocente y sorpresivamente él se vio enredado en el genocidio de Gaza y se siente profundamente acongojado por la hambruna.
Pero nadie cuestionó el hecho que mientras se refiere al tema, el presidente norteamericano se come un delicioso helado. Lo más relevante de todo es que el insulto les funciona, porque somos una sociedad voyerista y sedienta de actos sadomasoquistas.
Así atemorizados y dóciles esperan darle lugar al Great Reset (Gran Reinicio), la NetZero y dentro de su estrategia de despoblamiento mundial nos sofocan con el cambio climático para acabar con la producción agrícola, la soberanía alimentaria y obligarnos a comer sus alimentos creados en los laboratorios del “Gran Hermano” Bill, para envenenarnos uno tras otro, mientras preparan la próxima pandemia. Tal vez, nos están diciendo a los seres humanos, que por el hecho de producir dos libras diarias de CO₂, no tenemos derecho a respirar.
Pero usted no se preocupe, en Colombia nos estamos viendo morir felices devorando la cultura paisa en cuanto envilecido melodrama se les ocurra a los canales privados; un variado y descolorido menú de realities shows para solazar mirones; el mafioso fútbol para sedentarios y sus encurtidas de mentiras enlatadas como noticias.
Entre tanto, para los medios tradicionales y a las rutilantes estrellas del rabioso periodismo de Bogotá [“Con todo respecto”], no existe otra tarea diaria que defender el enriquecimiento de sus amos, el negocio de la guerra y mantener la impunidad, como uno de sus más valiosos privilegios y parte fúndante del Narco Estado paramilitar que intenta mantener desde la capital de Antioquía Álvaro Uribe Vélez, el Centro Democrático, acompañados por la peligrosa derecha de Cambio Radical y el Partido de la U.
Por si no está conforme, para eso la ultraderecha, golpeada por la interdicción de la producción de los estupefacientes de sus emprendimientos, tienen a “Los Rastrojos” con el que presuntamente el presidente del Senado Iván Mane Vásquez y su Clan familiar, presuntamente compró parte de los votos para asegurar su curul. Si la cosa falla nos tocará a la puerta “El Clan del Golfo”, mientras se congregan en la ciudad gobernada por el Clan Char, los pulquérrimos empresarios para reunir 100 mil millones de pesos destinados a comprar las próximas elecciones y tumbar el proyecto progresista.
A pesar de ello, del miedo, muchos nos movilizamos, nos resistimos y somos deliberantes sin dejarnos asustar y a “embrutecer por los medios de comunicación”, como lo indicó el presidente Gustavo Petro; así exorcizamos los fantasmas y nos atrevemos a producir imágenes como ritual contra quienes pretenden llevarnos a la muerte, pero “Si debo morir, tú debes vivir para contar mi historia...”, verso del poeta y educador palestino asesinado Refaat Al-Areer.
Fotografía: ©ArtistasZona, Marzo de 2024.