lunes, 29 de diciembre de 2008
CALI ES CALI, 41 SALÓN NACIONAL DE ARTISTAS
La Feria: Arte y Cultura, Definición o Simulación
Por Victor Hugo.
Frente al periodo que se avecina de Ferias que se cruzan por las calles y los caminos del país, nos preguntamos: ¿Qué hay detrás de la ferias? Pan y circo para el pueblo, señalaba el emperador romano.
Nuevamente, es la presencia de las fuerzas del mercado, la tendencia global que intenta acelerar el consumo frente a la actual recesión económica por la que atraviesa el mundo, y en especial, el país, que sigue inmerso dentro la exclusión paulatina de amplias sectores de la población y el marginamiento en la que diariamente crece la pobreza extrema, los altos niveles de necesidades básicas insatisfechas y un grupo humano flotante que habita en las calles, donde hace transito la desesperanza y la violencia.
Por otro lado, está la influencia del mercado sobre la cultura, a la hora de pensar en la Feria, no debería crear asombro alguno. Y es que, desde hace más de una década y bajo lo que llaman hoy, con mucha resonancia y soportado en los conceptos de la escuela del neoliberalismo económico: Responsabilidad Social Empresarial, intentando quedar en tablas, mientras esclavizan nos dan analgésicos para el dolor y emergen entre nuestras cenizas como los altruistas de buen corazón, emulando ejemplos como el de Teresa de Calcuta, que no hubiese sido posible sin la pobreza a la que condenan hasta los libros sagrados, porque resulta que hoy los pobres son necesarios, para el premio Nobel, las condecoraciones de la ONU y del Congreso de la República.
Pero, esta concepción de la Responsabilidad Social Empresarial no es más que otro mecanismo comercial de las corporaciones y conglomerados económicos, quienes recorren el país, disputándose el territorio colombiano para ofrecerse como patrocinador de las festividades populares, festivales, bienales y concursos, etc.; de esta forma, estos emporios han sido los responsables de generar valores artísticos, amarrados a la elasticidad de la oferta y la demanda; además, de imponer los patrones de diversión, entretenimiento y crear estéticas que están definiendo, de alguna forma, la producción artística colombiana.
El Vallenato
Con sólo observar la industria fonográfica del país, podemos avizorar como se ha montado todo un sistema de explotación de ritmos musicales autóctonos, que como el vallenato, creo una subcultura, que en la actualidad está asociada a una estética que promueve una cosmovisión del mundo conformista y, en momentos, medio agónica de lo que significa el amor desde la perspectiva del hombre, que intenta vender sus afectos a partir de pobres y primarias metáforas.
Vallenato, que dicho se ha de paso, ni siquiera alcanza hacer folclor, porque según el Patronato de Artes y Ciencias del país, define como folclórico cualquier manifestación cultural que se mantiene en el tiempo por un periodo de 100 años, y esta aún no los tiene.
De otro lado, el vallenato que se escucha en las ferias del país, defiende una postura ideológica desde el establecimiento, su statu quo; pero también, hay que recordar que hizo parte de las primeras bonanzas económicas del país: la marimbera, de la que gozo el Mandato Claro de Alfonso López Michelsen; vallenato que paso de la vereda a los salones del jet-set criollo y, alcanzó escenarios tan significativos como los de la Casa Blanca, la de Clinton y la de Bush, en el peor de los tiempo que ha vivido el mundo.
Sin embargo, en la actualidad, el vallenato se vende en las estaciones radiales asociado a la ranchera y los corridos mexicanos: “ranchenato” lo llaman, y esta tendencia musical expresa en toda su magnitud la barbarie que se pasea desde el Congreso de la República, la Casa de Nariño y por cuanto camino de vereda hay en el país, y que no es más que la manifestación de las historias de horror en la que estamos sumidos los colombianos por efectos del narcoparamilitarismo y el juego del poder.
Feria y Simulación
Frente a estas realidades, es claro que a los diferentes sectores económicos les interese mantener dentro de su plut de caja un rubro específico para el apoyo, promoción y publicidad de las ferias del país, que por partida doble, les genera exención de impuestos, mercados y posicionamiento de marca, lo que se convierte en un negocio con mínimo riesgo y una tasa de retorno que multiplica exponencialmente cualquier inversión, en medio de una economía, que en los últimos siete años creció sin generar un solo empleo estable, como lo muestran claramente las cifras macroeconómicas.
Por eso, la feria no es más que un mercado para el posicionamiento, la distribución y un mecanismos marketing que esta guiando los intereses de las grandes empresas, los medios de información privados, sectores privilegiados e institucionales, quienes se lucran de la alta rentabilidad, presentando los productos artísticos como un sello de marca, mientras que los mass media continúan leyendo el guión que desde las oficinas de prensan les diseñan las multinacionales y la Casa de Nariño.
Desde esta perspectiva, es fundamental abordar la realidad para explorar y reflexionar sobre cómo el mercado estructura, organiza, dirige la producción y el consumo de la cultura y el arte. De tal forma, que para ninguno es un secreto la influencia crecientemente, de las nuevas tecnologías de la imagen y, por otro, del valor agregado de amplia margen de ganancia que deja el ejercicio creador y su producción, cuando está inmersa en los mercados.
"Cali es Cali", la obra
Hoy prefiero a la Cali que es Cali, la de la Salsa multitonal, bellamente soñadora, absolutamente propositiva a los cuatro vientos, donde se corean las ganas y no se disimula el sudor que provoca el aliento, donde se expresa la libertad de un baile que se despliega armónicamente en las figuras que intentan atrapar la sensualidad del espacio y jugar sin la simulación del que espera.
Por eso, prefiero a la Cali que es Cali, la de la Salsa multitonal y no a la Cali que amalgaman con el vallenato sinuoso, de pasos que se esconden detrás del cuerpo, que disimulan la cadencia y buscan la sensualidad de una música pobre en expresiones y sin diversidad alguna. Que lastima, que hasta en eso hayamos perdido la identidad, porque Cali era expresión de Salsa, del pacifico, y no el eclepticismo sonoro del vallenato que nada tiene que ver con nuestro folclor, sino que se propone como un mecanismo más de adiestramiento y un estética para el control social.
Por eso prefiero a la Cali de Aguaelulo, de champús y pan de bono; la de Juanchito y sus casetas de guadua de los años 70´s donde los niños iban a observar por las rendijas a los salómanos para aprender nuevos pasos; La de Macumba, Padilla y Chango. Pero, también, la de Monca Monca, El Infierno y El Escondite. Esa que esperaba la rumba de los domingos en Agapito, El Pailón, Don José, Monterrey, Tropicana, La Playa y La Cita, esa que se reunía en la complicidad de la tarde en el Parque de La Caña. La Cali que enamora y donde las mujeres no son como las flores sino que son las flores. Prefiero la ciudad a la que le canta Teo Ramos en sus calles, la que se resiste, la que no miente como El Occidente, la que no es conservadora ni esclavista, donde el pacifico recuerda a sus ancestros porque en esa Cali es donde: “Que Viva la Música”, la de las andanzas de Clarisolcita, la bella. No la del falso eclecticismo impuesto por los medios de información para garantizar su raiting y los contratos de publicidad.
De ahí que, pan y circo para los colombianos en estas ferias, donde no es extraño encontrar un apasionado del vallenato escuchado su música y echando tiros al aire, al tiempo que suenan sus corridos mexicanos. Esta cotidianidad habla mucho de la estética que le fabricaron a los colombianos las multinacionales de la cultura, la diversión y que hace eco en las emisoras del país.
Mientras que, la obra Cali es Cali, es la vigencia de una bella historia, la de la Familia Angulo. La instalación, que se exhibe en el 41 Salón “Nacional” de Artistas, es de la maestra Liliana Angulo, pero en el video son protagonistas los de la vieja guardia, nuestro último bastión que defiende la identidad, Leonor Moreno, madre de la artista, y Jhon Humberto Angulo, su hermano, quienes nos muestran la posibilidad, no de recordar el pasado sino de reivindicar este presente de que Cali es Cali.
A Ezequiel Romero(Cheque),
Con quien disfrute escuchar Salsa en Barrancabermeja, nuestro eterno bibliotecario y contador de historias, uno de los pocos que dejaron morir de viejo.
Liliana Angulo. Obra: Cali es Cali, 2008. Instalación, video, sonido y fotografía (Colegio la Sagrada Familia, calle 3 oeste No. 3-21, Cali). Fotografía: ©Hugsh, 2008. Cali Es Cali, 41 Salón Nacional de Artistas.
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