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lunes, 14 de enero de 2013
COLOMBIA´S TOP MODEL
Reality y Sadomasoquismo
Por. Victor Hugo
Si se trata de fabricar y banalizar la realidad solo basta con encender la televisión y disponerse a participar en la terapia que alimenta el espíritu arribista de la clase media y la acaramelada resignación de los sectores populares colombianos.
En la actualidad, los medios de información sean uno de los pocos negocios que crece en medio de la crisis económica, porque aparte de los organismos de seguridad, los mass media son imprescindibles para el mantenimiento del establishment frente a la creciente indignación mundial.
A pesar de la pobreza creativa de sus envejecidos formatos, su insolvencia argumentativa y precarias e insípidas narrativas, mantienen su privilegiada función de gendarme ideológico y, son hoy, el más efectivo instrumento de cristalización de la conciencia colectiva y de cimentación de las lógicas simbólico-afectivas y estéticas que nos esclavizan.
La Telerrealidad
Si se trata de negocio de la futilidad con que se desnuda el ombligo la industria del entretenimiento en su búsqueda de las sensuales cumbres del rating, no es necesario sentarse a ver el nuevo reality de Caracol Televisión Colombia´s Next Tpo Model, porque hay para todos los gustos.
Sin embargo, para quienes no cuentan con el servicio de televisión por suscripción en los sectores populares, las opciones se reducen y solo queda la democrática imposición de los medios comerciales de información en los llamado prime-time.
El horario de más audiencia, depende entre otras cosas de las condiciones socioeconómicas y laborales de su público o clientes, porque la pantalla chica siempre trata de convertirnos en cómodos adictos, bajo el sopor de una especie de esquizofrenia colectiva controlada y en consumidores compulsivos; aunque nuestras realidades sean otras, siempre terminamos a la merced de los mass media.
A parte de ello, la moda la imponen los reality, quienes han aflorado los bajos instintos de la condición humana: su exacerbado sadomasoquismo, que hoy disfrutan sus amplias audiencias y es convertido en tema de actualidad por la prensa.
Esta estrategia no busca otra cosa que vender y satisfacer la sed de placer por el exhibicionismo del dolor y las mezquinas disputas tranzadas por los participantes en su angustiosa carrera, por lo que el modelo económico neoliberal califica como exitoso: el cuarto de hora de la fama. Es decir, los pobres pertenecen al mundo de los perdedores, como siempre nos repiten en comedias y series extranjeras, donde “los ricos también lloran” como lo hacen en las telenovelas mexicanas.
Las Top Model
Si existe un negocio que se caracteriza por gozar de un bajo riesgo y cuantiosas ganancias en la historia de la humanidad, es la explotación de las debilidades humanas: la sensiblería, la exposición al deseo y el narcisismo por el cuerpo.
Esto es exactamente lo que el reality le ofrece a la sociedad y se debate en “Colombia, el país más feliz del mundo”, mientras los medios comerciales de información realizan su mejor esfuerzo por drogar la realidad, cumplir con su función de policía ideológica y vender sueños fatuos que se exhiben con el toque “chic” de un producto copiado íntegramente de las producciones norteamericanas.
Por su parte la industria de la banalidad, es decir la moda, le marca el ritmo al paradigma económico que la sustenta y como uno de sus mejores espejismo, impone las estéticas especulativas que decoran el negocio del entretenimiento; al tiempo que se encargan de surtir la demanda de nueva piel para vender de los ejecutivos de las transnacionales y reclama para sí la exclusividad del “altruismo” presentado como otro lucrativo negocio, el de la Responsabilidad Social Empresarial. De esta forma, intentan vestir a media humanidad con el sabor lejano que estimulan la prensa de farándula, sobre lo que ocurrió en las pasarelas de París, New York, Londres, Milán o Sao Paulo.
En medio de ese mundo, ávido ansiedades y deseos, un grupo de modelos colombinas se desvive por lograr el éxito y tratan de sobrevivir como se hacía en tiempos del circo romano, pero esta vez con su cuota de sangre escondida bajo el prototipo de explotación de una industria que se alimenta de las maquilas donde laboran millares de mujeres y niñas en los países subdesarrollados en condiciones de esclavitud, como al parecer también lo sufren las jóvenes que hoy provocan y seducen con el cuerpo y sus quejumbrosas lagrimas en el reality, las misma que reclama una audiencia enferma por su cuota de dolor y lastima.
Fotografías: ©Hugsh, 2012. “Vístete Bien”
sábado, 3 de noviembre de 2012
FASHION WEEK BUCARAMANGA´S
En la Pasarella del Consumo
Por. Victor Hugo
Si cada afán lleva su tiempo, la moda es el reflejo de una época que se destiñe en la ávida pretensión del espejo de la frivolidad y caracteriza perfectamente el modelo económico que representa.
Por eso, no hace falta mucho esfuerzo para observar los síndromes de la contemporaneidad y las dinámicas sociales que ella entraña: compulsivos ciudadanos-consumidores (1) postrados frente la construcción de un mundo sediento y acorralado por la ansiedad de una actualidad diseñada y teatralizada desde los medios comerciales de información.
Pero poco o nada eso le sirve a los extremos días de Lidia, una mujer de 26 años oriunda de El Difícil, sumergida dentro de una calle atestada por transeúntes y delincuentes al acecho de la oportunidad para asestar su próximo golpe en medio de la confusa multitud de lo que se conoce como el Paseo del Comercio de Bucaramanga.
“Si esto fuera vida, todos estuviéramos felices de pelear el día entre vendedores, por un espacio que se debe pagar a la mafia que se adueñó de esta calle, aparte de la policía y de los que se les dé por montársela a una, no cree. Aquí para tener éxito toca pararse muy bien y no siempre se logra”, dice afanosamente Lidia Mayerlis mientras adorna sus modelos de icopor con sus pelucas sintéticas.
Sobre la teatralización de los medios
Uno de los éxitos del espejismo mediático se expresa en el significado cultural de nuestros patrones de tiempo, esta especie de medida equidistante con la que delineamos simbólicamente el horizonte o lo atrapamos, frente a nuestra eterna manía de clasificarlo todo y ordenar el mundo a partir del peligroso antropocentrismo depredador; mientras, nos acerca a alguna perspectivas del universo que equipará la velocidad con la superación de la ignorancia, creando una esclavitud aceptada y compartida en nuestra ex profesa minoría de edad, como diría E. Kant en su “Respuesta a la pregunta que es la ilustración”.
Ahora bien, en la actualidad, las sociedades han internalizado un valor distinto para lo que parece no detenerse, generando una cierta razón sustantiva y génesis axiológica orientada hacia una intelección de una cierta moral donde hoy reposa la vida y se sustenta este presente, que dicho sea de paso, nadie se preocupa por vivir por estar pensando en el futuro.
En esta perspectiva, el valor perece pertenecer a la categoría de la satisfacción y del ritual fetichista desde donde opera el mercado, como símbolo inequívoco de una supuesta libertad, razón primigenia del modelo de la democracia occidental.
Tal vez, por eso el mercado informal sea el instinto democrático de la única forma de supervivencia de la gran mayoría de colombianos que hoy no tienen oportunidades laborales y donde Lidia, crea diariamente su merchandising en un tipo de vitrina callejera, liviana y fácil de transportar ante los imprevistos cotidianos.
Ella, ordena meticulosamente su oferta con la que intenta vender su deseable realidad en 3D, look que se impone por estos días en Bucaramanga o en cualquier parte del país, donde la vida se transforma sólo por los accesorios “chic” que esta ostenta.
Las pelucas son a $10.000 pesos y sus gafas de realidad virtual alcanzan un costo de $7.000 en adelante. Eso sí, se encuentran de todas la marcas y diseños vintage, muy apetecidos en los exclusivos almacenes que hoy marcan las tendencias de la moda.
Es así como, en las calles los sectores populares reinventan la moda y se apropian de una realidad que construyen los medios comerciales de información, así sea para convencernos de nuestras propias mentiras, como las que se repite Lidia Mayerlis, mientras espera que algún día sea posible llevar a su casa algo más y no solamente lo justo para pagar el arriendo, los servicios y alimentar a sus hijos.
Reinas, Realidad y Fantasía Mediática
A pesar de las realidades del país, de la segura aprobación de la ignominiosa reforma tributaria que cursa por el Congreso, otro Fashion Week dominara las pasarellas, será noticia cultural y se comercializaran millones de pesos en la industria de las frivolidades.
El mercado siempre cumple con su cometido y tendremos las nuevas colecciones y diseños de las exclusivas marcas en las tiendas, disputándose los consumidores de los grandes centros comerciales, donde podremos observar la puesta en escena de la teatralización del deseo; al mismo tiempo, la televisión nos seguirá seduciendo con sus melodramáticos comerciales y tentando nuestros bolsillos, porque la demanda de la libertad se acelera en el tiempo del muy comercializado “espíritu de la navidad” expresado en el apetito consumista de nuestras sociedades.
Mientras llega ese tiempo de la natividad y aunque algunos se resistan tendremos que soportar el estreno de nuevas novelas, los acostumbrados realitys y el próximo Reinado Nacional de Belleza, que sorpresivamente fue declarado “patrimonio cultural” de Colombia, como señalan los comerciales de RCN, el canal de la banalidad.
Solo falta que el Ministerio de Cultura le apropie recursos dentro del presupuesto de fomento e inversión para el sector, bajo la figura de protección y salvaguarda del “patrimonio cultural”; además, con el argumento, que el Reinado Nacional es un “claro” ejemplo de emprendimiento de las industrias culturales del país y de “responsabilidad social empresarial”, como suele llamarse elegantemente a los actos de caridad o altruismo, aunque el maestro y filósofo Miguel de Unamuno afirmaba otra cosa: “Todo acto de bondad es una demostración de poderío”.
Finalmente, a pesar de la amnesia y el olvido, parece que nadie recuerda los escándalos del reinado y como, no hace mucho tiempo, el narcotráfico compraba las definiciones de los cánones de la belleza, además, propicia el lavado activos ilícitos que se mueve en cuanto evento de belleza exista, en un país repleto de reinas, divas y sueños comprados a punta de droga, cuerpo y moda; igualmente, teatralizados por los medios comerciales de información, quienes se han encargado en imponer la estética del “traqueto” paisa y el ranchenato como máxima expresión de las producciones de la industria del entretenimiento colombiano.
Adenda: ¿Es el Reinado Nacional de Belleza patrimonio cultural colombiano, como lo presentan los comerciales del canal privado de televisión RCN? Quizás la respuesta la tenga Ministra de Cultural, Mariana Garcés Córdoba.
Nota
(1) GARCIA CANCLINI, Néstor. “Ciudadanos y Consumidores, Conflictos Multiculturales de la Globalización”. Editorial Grijalbo, 1995. Págs. 195. (Descargar Aquí)
Fotografía: ©Hugsh, 2012. Mis modas.
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