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sábado, 3 de noviembre de 2012

FASHION WEEK BUCARAMANGA´S



En la Pasarella del Consumo
Por. Victor Hugo

Si cada afán lleva su tiempo, la moda es el reflejo de una época que se destiñe en la ávida pretensión del espejo de la frivolidad y caracteriza perfectamente el modelo económico que representa.

Por eso, no hace falta mucho esfuerzo para observar los síndromes de la contemporaneidad y las dinámicas sociales que ella entraña: compulsivos ciudadanos-consumidores (1) postrados frente la construcción de un mundo sediento y acorralado por la ansiedad de una actualidad diseñada y teatralizada desde los medios comerciales de información.

Pero poco o nada eso le sirve a los extremos días de Lidia, una mujer de 26 años oriunda de El Difícil, sumergida dentro de una calle atestada por transeúntes y delincuentes al acecho de la oportunidad para asestar su próximo golpe en medio de la confusa multitud de lo que se conoce como el Paseo del Comercio de Bucaramanga.

“Si esto fuera vida, todos estuviéramos felices de pelear el día entre vendedores, por un espacio que se debe pagar a la mafia que se adueñó de esta calle, aparte de la policía y de los que se les dé por montársela a una, no cree. Aquí para tener éxito toca pararse muy bien y no siempre se logra”, dice afanosamente Lidia Mayerlis mientras adorna sus modelos de icopor con sus pelucas sintéticas.

Sobre la teatralización de los medios

Uno de los éxitos del espejismo mediático se expresa en el significado cultural de nuestros patrones de tiempo, esta especie de medida equidistante con la que delineamos simbólicamente el horizonte o lo atrapamos, frente a nuestra eterna manía de clasificarlo todo y ordenar el mundo a partir del peligroso antropocentrismo depredador; mientras, nos acerca a alguna perspectivas del universo que equipará la velocidad con la superación de la ignorancia, creando una esclavitud aceptada y compartida en nuestra ex profesa minoría de edad, como diría E. Kant en su “Respuesta a la pregunta que es la ilustración”.

Ahora bien, en la actualidad, las sociedades han internalizado un valor distinto para lo que parece no detenerse, generando una cierta razón sustantiva y génesis axiológica orientada hacia una intelección de una cierta moral donde hoy reposa la vida y se sustenta este presente, que dicho sea de paso, nadie se preocupa por vivir por estar pensando en el futuro.

En esta perspectiva, el valor perece pertenecer a la categoría de la satisfacción y del ritual fetichista desde donde opera el mercado, como símbolo inequívoco de una supuesta libertad, razón primigenia del modelo de la democracia occidental.

Tal vez, por eso el mercado informal sea el instinto democrático de la única forma de supervivencia de la gran mayoría de colombianos que hoy no tienen oportunidades laborales y donde Lidia, crea diariamente su merchandising en un tipo de vitrina callejera, liviana y fácil de transportar ante los imprevistos cotidianos.

Ella, ordena meticulosamente su oferta con la que intenta vender su deseable realidad en 3D, look que se impone por estos días en Bucaramanga o en cualquier parte del país, donde la vida se transforma sólo por los accesorios “chic” que esta ostenta.

Las pelucas son a $10.000 pesos y sus gafas de realidad virtual alcanzan un costo de $7.000 en adelante. Eso sí, se encuentran de todas la marcas y diseños vintage, muy apetecidos en los exclusivos almacenes que hoy marcan las tendencias de la moda.

Es así como, en las calles los sectores populares reinventan la moda y se apropian de una realidad que construyen los medios comerciales de información, así sea para convencernos de nuestras propias mentiras, como las que se repite Lidia Mayerlis, mientras espera que algún día sea posible llevar a su casa algo más y no solamente lo justo para pagar el arriendo, los servicios y alimentar a sus hijos.

Reinas, Realidad y Fantasía Mediática

A pesar de las realidades del país, de la segura aprobación de la ignominiosa reforma tributaria que cursa por el Congreso, otro Fashion Week dominara las pasarellas, será noticia cultural y se comercializaran millones de pesos en la industria de las frivolidades.

El mercado siempre cumple con su cometido y tendremos las nuevas colecciones y diseños de las exclusivas marcas en las tiendas, disputándose los consumidores de los grandes centros comerciales, donde podremos observar la puesta en escena de la teatralización del deseo; al mismo tiempo, la televisión nos seguirá seduciendo con sus melodramáticos comerciales y tentando nuestros bolsillos, porque la demanda de la libertad se acelera en el tiempo del muy comercializado “espíritu de la navidad” expresado en el apetito consumista de nuestras sociedades.

Mientras llega ese tiempo de la natividad y aunque algunos se resistan tendremos que soportar el estreno de nuevas novelas, los acostumbrados realitys y el próximo Reinado Nacional de Belleza, que sorpresivamente fue declarado patrimonio cultural” de Colombia, como señalan los comerciales de RCN, el canal de la banalidad.

Solo falta que el Ministerio de Cultura le apropie recursos dentro del presupuesto de fomento e inversión para el sector, bajo la figura de protección y salvaguarda del patrimonio cultural”; además, con el argumento, que el Reinado Nacional es un claro ejemplo de emprendimiento de las industrias culturales del país y de responsabilidad social empresarial”, como suele llamarse elegantemente a los actos de caridad o altruismo, aunque el maestro y filósofo Miguel de Unamuno afirmaba otra cosa: Todo acto de bondad es una demostración de poderío.

Finalmente, a pesar de la amnesia y el olvido, parece que nadie recuerda los escándalos del reinado y como, no hace mucho tiempo, el narcotráfico compraba las definiciones de los cánones de la belleza, además, propicia el lavado activos ilícitos que se mueve en cuanto evento de belleza exista, en un país repleto de reinas, divas y sueños comprados a punta de droga, cuerpo y moda; igualmente, teatralizados por los medios comerciales de información, quienes se han encargado en imponer la estética del “traqueto” paisa y el ranchenato como máxima expresión de las producciones de la industria del entretenimiento colombiano.

Adenda: ¿Es el Reinado Nacional de Belleza patrimonio cultural colombiano, como lo presentan los comerciales del canal privado de televisión RCN? Quizás la respuesta la tenga Ministra de Cultural, Mariana Garcés Córdoba

Nota

(1) GARCIA CANCLINI, Néstor. “Ciudadanos y Consumidores, Conflictos Multiculturales de la Globalización”. Editorial Grijalbo, 1995. Págs. 195. (Descargar Aquí)

Fotografía: ©Hugsh, 2012. Mis modas.

lunes, 20 de septiembre de 2010

SANTA MARTA, COMO ESTA TARDE




En tres momentos
Por. Victor Hugo

Esta tarde, tenía los ingredientes de las ausencia y la conjunción otoñal del desespero de quienes corrían lenta o aparatosamente para resguardarse de la lluvia y de estas calles espesamente inundadas, con las que se paraliza completamente la capital del Magdalena. La misma ciudad, que en sus últimos años brilló en el país por sus escándalos de corrupción en la administración pública y esa alianza macabra que sostuvo parte de su clase política con el paramilitarismo, hecho que aún hoy investiga la Corte Suprema de Justicia.

Las fotografías: monotonía

A pesar de ello, Santa Marta, vibra como toda ciudad portuaria, así sea al caer lentamente su tarde, se enciende la inconmensurable noción de lo infinito que parece no agotarse en el entramado de la sintaxis visual de sus significaciones culturales ni de la propia morfología pictórica del puerto construido ni en la evolución histórica de la representación de su bahía, quizás como en estas fotografías que desestiman la semántica de sus propios colores atrapados por la tormenta que parece avecinarse en medio de lo monotonal que le imprime cierto carácter neutro como insolubilidad de la infinitud.

En la noche: cotidianidad monotonal

Esta ciudad que no se estaciona como su puerto encallado sino que se inmoviliza en la noche con "Chepe Fortuna" y no es porque RCN, después de sus estudios de rating se diera cuenta que había que mantener su audiencia en el caribe colombiano y decidiera finalmente armar una novela a la altura de sus propias necesidades. No, quien dijo. Lo cierto es que la graba en Santa Marta.

El dramatizado es lo que habría de esperarse: el patetismo de siempre, que no usa otra cosa que el invariable arquetipo con precario argumento, que se transpira en la pobreza de su guión y un humor prestado de cualquier serie de escasa de imaginación de un proxeneta visual, que refleja el esotismo de un pésimo calco que pretende imitar una fracasada postura kitsch y crear en el imaginario del interior del país las asimetrías que refuerzan los mass media al ridiculizar el caribe, presentándolo con el escandaloso ruido que se estrella con el contemplativamente plácido y glamuroso paisaje andino, que siempre parece estar aletargadamente silencioso y obediente.

Que lastima que con tan poco se enajene a los colombianos, porque es en el mar de la televisión donde naufragan los sueños: unos pocos ganan, mientras que la mayoría seguirá sintiéndose orgullosa de ser los esclavos que somos, absortos por el hoyo negro de nuestro espíritu monotonal.

Fotos: Hugsh, 2010©: Monotonales