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jueves, 22 de febrero de 2024

BARRANCABERMEJA, ENTRE LOS IMAGINARIOS FRAGMENTADOS Y LAS ALUCINACIONES DEL SILENCIO

Como una metáfora de sí misma, en medio de sus afanes y desconciertos, Barrancabermeja alucina en su presente y a la deriva de las decisiones que cada vez más se alejan de su propia realidad

Y ahí, en medio de ella, en un campo de fuerzas de explosiones y torrentes destructivos, 
el diminuto y frágil cuerpo humano[...] Dios es obrero. 
Walter Benjamin 

Por. Victor Hugo

Como si se tratará de una metáfora sobre sí misma que revela en una imagen espejo de su propia historia y de esas realidades que nos negamos a observar, de una ciudad que siempre le dio la espalda, no solo al río, sino a sí misma, el puerto de Barrancabermeja se encuentra cerrado. 

El hecho obedece a las obras de infraestructura iniciadas por la anterior administración municipal, en manos del cuestionado partido MAIS(*), lideraba por el anterior alcalde Alfonso Eljach Manrique, quién presentaba el 3 de enero del 2022, con la vanagloria que caracteriza a la clase política y el júbilo que les produce un contrato multimillonario que alcanzó la suma de $19.600 millones. Esta iniciativa la dio a conocer el burgomaestre a través de su cuenta en la red social X: “¡Estamos de cara al río! [...] El tablestacado que tanto necesitamos desde hace más de 20 años, pronto será una realidad”.

Lo cierto es que el curtido político dejó al descubierto una ciudad que siempre vivió de espaldas al río; no obstante, a raíz de una orden judicial y la declaratoria de la calamidad pública que recaía sobre el puerto fue cuando el Distrito de Barrancabermeja presentó el proyecto para la reconstrucción y protección de la margen del río en El Muelle, que hoy se adelantan al paquidérmico y conveniente paso de las obras en Barrancabermeja y bajo la exuberante burocracia de lo que llaman Distrito Malecón, quienes por lo visto nunca pensaron en planificar las obras y decidieron cerrar el puerto lo que representa una ruptura total de la ecología del paisaje. ¿Acaso lo sabrán?







Flâneur 

Atreverse a recorrer la ciudad fragmentada donde irrumpen la historia como un instante y donde “la fuente de la existencia se encuentra en la totalidad de la experiencia” del flâneur (paseante) como lo propone Walter Benjamín y permitirse hacer esas inmersiones de su nueva cartografía que nos devele sus secretos, mentiras y ensoñaciones, es toda una incitación frente a sus amenazas, porque Barrancabermeja, lejos de ser una urbe que propicie la vida, la niega. 

Esta ciudad como muchas en el mundo, especialmente en Latinoamérica, se alimentó de la idea del llamado “progreso” de los años 70 del siglo pasado, la misma que hoy nos venden a granel o al por mayor una abyecta y mitómana clase política que traicionó lo primero que la constituía, su memoria, como una estrategia para deshabitarla e instalar nuevos relatos simbólicos e imaginarios y así “hemos ido perdiendo uno tras otros pedazos de la herencia…”(1).

Desde esta inquietante perspectiva, ese fue su triunfo: borrar las huellas, convencer a Barrancabermeja que ahora es otra y que todos sus caminos debían conducirla al occidente, eje desde donde la ultraderecha escenificó el conflicto armado interno del país, y no al oriente; como lo señaló Sören Aabye Kierkegaard: “Existen dos maneras de ser engañados. Una es creer lo que no es verdad, la otra es negarse a aceptar lo que sí es verdad”; por eso, hoy se construye una noción de actualidad que hace parte de un proyecto distinto de nación al que siempre defendió esta territorialidad. 

Es esa misma idea la que hoy está en decadencia y en abierta contradicción con la vida y que se materializa en la trampa infranqueable de sus andenes y aceras; en la levedad de las nuevas construcciones simbólicas que fueron impuestas por quienes se tomaron la ciudad como una extensión territorial de sus nuevos fenotipos. 

¿Y cómo los artistas plásticos y visuales de Barrancabermeja dan cuenta o representan la ciudad y cómo la leen sus ciudadanos? Seguiremos indagando.






(*) Es importante precisar que la actual senadora Martha Peral Epiayú convirtió al Partido MAIS en una próspera y jugosa tienda de avales del país, cómo fue denunciado en las pasadas elecciones regionales del 2023.
 
Bibliografía
(1). BENJAMIN, Walter. Obras II. Volumen 1, 221.. Madrid: Abada editores, 2007. 

Fotografía: ©ArtistasZona, Víctor Hugo, 2024. Barrancabermeja.

martes, 3 de octubre de 2023

OTRAS NATURALEZAS

Una mirada al paisaje urbano desde la cultura popular, sus estéticas y usos sociales. Proyecto de Fotografía



Por. Víctor Hugo 

Al deambular en la retícula urbana y sus complejos entramados, donde nos disputamos la posesión de los espacios, esos lugares aparentemente deshabitados de su continente, de inexistentes significados, dan cuenta de las luchas sociales y las resistencias; de lo abyecto y lo poético, pero también de las burlas y mentiras que desde el poder alimentan las exclusiones y crean los silenciosos esclavos en los que nos han convertido camino a la muerte, imponiendo una forma de ser y ocupar; de sentir y perecer. 

Estos gestos visuales que nos encontramos a diario y a la deriva, interpelan al transeúnte y nos narra su historia y con ella redescubrimos nuestra propia realidad; sin embargo, no son el resultado de intenciones estéticas ni de un acto profundamente reflexivo y cerebral, sino de las coincidencias o azares; necesidades o funciones, con la que le damos respuesta al alucinante e hipotético futuro y enfrentamos esta decadencia ignominiosa y obscena que nos condena invariablemente a este suicidio colectivo al que lentamente nos están llevando para ser devorados por el agujero negro de los fascistas que permanentemente nos recuerdan quienes son los que tienen el poder.

lunes, 6 de agosto de 2012

CULTURA URBANA, LA REINTERPRETACIÓN DEL HEROÍSMO


Nuevos héroes contemporáneos 
Por. Victor Hugo

En otra nublada tarde de viernes, donde se disputa afanosamente la salida de las seis y se espera la tediosa tormenta del tráfico como presagio de nuestras propias desesperanzas, camino en medio de una ciudad a punto de reventar.

Mientras, observo a los que se dejan arrastrar fácilmente por las decisiones del previsible fin de semana y quienes conjugan la rutina embriagadora del programa ligero como pretexto para dejarse atrapar por una noche más.

No obstante, la ciudad como proyecto común pasa desapercibida para todos, porque nuestras urbes no son el espacio proclive para la vida sino un organismo de hormigón mecánico, que imposibilitan el desarrollo de sus propios ideales.

A pesar de ello, aún existen sus parques, los mismos que hoy deshabitan la ciudad, convirtiéndose en un extraño parche de la historia y relicto social en vía de extinción, por cuenta del auge de la “modernización”, como lo llaman desde la administración pública.

En este punto me detengo a pensar por los elementos que configuran e identifican la idea de ciudad y por el discurso que las sostienen y le dan vida.

Toda ciudad crea y recrea sus logos, conjuga saberes, reinventa sus sueños, enfrenta sus desafíos y disfruta de sus logros. Por eso, el discurso de cada ciudad, hace parte de su singularidad y es un catalizador de su proyecto como sociedad.

De ahí que, este sea repetido incesantemente como una muletilla por sus habitantes como eje articulador que arraiga y construye los imaginarios compartidos de una comunidad, en medio de la multiplicidad de historias y voces que la habitan.

¿Cuál es el discurso de esta ciudad? A parte de su presumible convicción de ser el mejor “vividero” del país como se define Bucaramanga, término un tanto despectivo para referirse al lugar donde se hace posible la vida.

El parque

En la actualidad, son escenario de las disputas sociales, donde nos damos cita para expresar la indignación o hacer actos de contrición; al mismo tiempo, en ellos se desacraliza una concepción de Estado, que considera las esculturas en los parques como discursos que posibilitan la identidad y apela a los heroísmos individuales -dejando de lado los colectivos-, como génesis de conformación de la nacionalidad.

Quizás por eso se volvieron peligrosos, porque permiten lo que niega la realidad: el encuentro ciudadano, sirviendo como nuevas ágoras de saberes, desventuras, frustraciones y refugio impenitente de la expresión de lo que hemos logrado como sociedades.

Además, los parques son un símbolo inequívoco de los estratos sociales y se dividen en cuatro: los que son, los apenas sin luz y bancas, los que se atreven a intentarlo pero nunca lo lograron y los privatizados; por eso, de cierta forma, son una verdad desnuda de la realidad; claro está, aparte cumplen sus funciones urbanísticas, ambientales, estéticas, económicas y políticas.

Nuevos Héroes Urbanos

El parque de “Las Palmas”, inaugurado en 1978 con el apoyo de la Embajada Argentina, está situado en un exclusivo sector residencial de Bucaramanga, que paulatinamente fue transformado por la aparición de oficinas, restaurantes y bares.

Este cruce de caminos, se convirtió hoy en el parqueadero exclusivo para los clientes de los establecimientos comerciales que lo sitiaron; además, es el lugar de trabajo de cuatro vendedores informales y un vigilante que se adueñó de sus calles; sin embargo, en la tarde del viernes que atravesé por el parque encontré un gesto de apropiación y reinterpretación de lo heroico.

Algún(os) ciudadano(s) pintó con determinación el rostro del prócer, como lo hacían los guerreros; los colores no se mezclan ni dudan, así mismo, dibujó un escudo con ocho estrellas para reafirmar una identidad perdida, sobre el icono que hiciera otro fanático de un equipo de fútbol de la ciudad. Este hecho se constituye en una clara disputa o reafirmación de la noción de lo heroico.

El nuevo rostro pasa desapercibido para los transeúntes del parque, pero la intervención sobre el busto del general argentino José de San Martín sacraliza los nuevos héroes contemporáneos, a partir de una relectura que busca definir la identidad, en torno a una ciudad que se señala a sí misma como “bonita”.

Hoy, en Bucaramanga, aún flotan demasiados interrogantes a la hora de aproximarse a sus imaginarios y esos escenarios que la redefinan como proyecto de sociedad y no como ghetto de las realizaciones o intentos de ser soñada como colectivo. De esta forma, manifiesta sus propias resistencias frente a quienes la están reconstruyendo urbanística y culturalmente desde sus intereses individuales.

¿Patrimonio?

El patrimonio no se impone ni se decreta como bien de interés cultural detrás del escritorio de los consejeros de turno ni de la clase política, sino que pasa primero por la legitimación y la apropiación social de una colectividad, cuando le significa y se constituye en la representación tangible de sus imaginarios y aspiraciones como sociedad.

Fotografía: ©Hugsh, 2012. “Nuevo héroe contemporáneo”.

miércoles, 28 de octubre de 2009

EN ROJO











Bucaramanga: desde su 27
Por. Victor Hugo
Los colores eran para nosotros cartuchos de dinamita.
André Derain


Sobresaturada e inerte, pero meditabunda y transeúnte sobre la orquestación de sus colores, en medio de una obsesión que fluctúan entre el martirio y su pretendida alegría de vividero, que se excusa frente a sus propios lamentos, esos que se ocultan como la pobreza de sus angustias; mientras, que en sus rincones se transpira la perturbación del insomnio que nunca se detiene, así es Bucaramanga.

Arribista por naturaleza, la tendencia, la que siempre se esconde tras la simulación y el desencanto, que produce su afán consumado por mantener la fachada de tranquilo parque solariego, donde puede transcurrir la vida y en la que se han jubilado el 80% de los trabajadores petroleros que vinieron de Barrancabermeja y otros del frente, los que se dejaron seducir por el encanto apacible de una economía que levita entre lo legal y lo ilegal, que hoy se sostiene subterráneamente a punta de ser la mejor lavandería abierta y prospera que desinfecta hasta el alma y en la que se puede ser el perfecto anónimo sin que nadie lo advierta. Ahí está la meseta y sus perpendiculares que delimitan con el cañón, el del Chicamocha, con portería y rejas, lejos del plebeyo mundo que hierve en sus estrechas calles: el suicidio del crecimiento.

Bucaramanga, su lugar de “Payacuá”, la de “La culebra pico de oro” y donde se escenificó la matanza de jóvenes liberales a manos de los conservadores durante la Guerra de los Mil Días, la que era de los andinos e inmigrantes extranjeros a comienzos del Siglo XX, donde se producía la música de la fría montaña, esa que recorría el torrente sanguíneo y deliraba a José Morales y Luis A. Calvo, pasó a ser la metrópolis del vallenato y la tecnocumbia por cuenta de los medios de información, los de la imposición de la estética mercantil; la ciudad del olor a tabaco que inundaba la Carrara 27, es hoy el escenario escandaloso donde las iglesias cristianas se disputan a sus seguidores, como los almacenes del centro, donde atalayan a los consumidores en la rapaz tarea de atrapar la conciencia y el diezmo de los demás, que sirve para construir la obra de dios y la de sus elegidos.

Esta ciudad que vive bajo el caos de su parque automotor y en espera de un fantasma que rediseño la ciudad, a partir de los intereses del capital privado, con el prurito de que llegó la hora del progreso en el Siglo XXI, con el sistema de trasporte masivo, pero que se convirtió en la frustración por dónde camina y se oxigenan sus sicopatologías sociales, las del acecho y donde se subasta la vida por un peso de más.

Bucaramanga, la invasión en rojo, esta ciudad que sólo cuenta con cuatro carreras para des-embotellar su tráfico, la 15, 21, 27 y la 33, en las que se debate la enfermedad del tiempo y la espera, donde se consume lo poco que queda de vida y el espejismo de su propia entelequia. La misma que se enamoró y se convenció que era La Ciudad Bonita, como la bautizara a finales de los años 80´s, el entonces director de la noticias de Caracol Radio, Don Yamit Amat; mientras, hoy su gente está empeñada por los que imponen el orden en los barrios, los que visten de negro, la paraestatal de la seguridad, esa misma que ha cobrado la vida a algunos de sus ciudadanos andariegos y habitantes de la calle, bajo la mano negra de la "limpieza social".

Esta es la ciudad de rojo, la de la carrera 27, no la del intenso color que definía al radicalismo liberal, de ese que ya ni la historia misma de la joven urbe se atreve a narrarlo ni reconocerlo en estos tiempos de la dictadura antioqueña.

Esta es mí Bucaramanga, a la que le apostamos a develar y desmantelar en imágenes, la misma que ya es otra, no la que conocí en la estación del tren en Café Madrid, la del parque Centenario repleta de vendedores y merqueros, la de nuestros económicos almuerzos con sabor de tierra en la antigua Plaza de Mercado Central que descubrimos con Mauricio García; la del Cine Club El Hormiguero los martes en la noche en el teatro Santander, la de las tardes de ensayo en el Teatro la Culona de Juancho Torres, y la de las primeras andanzas, queriendo ser artistas con Oscar, por allá en 1985, cuando la Ratona era ella y, ahora, la misma ciudad de Camila, Gabriela, Paula y Ana María, las que hoy no me esperan en casa, aunque yo no las olvido.

Fotografía: Hugsh, 2009©